En Cuba ya nada sorprende, y mucho menos cuando una oficina de correos termina convertida en punto de venta. Esta vez fue el turno de Viñales, donde la sede postal local ahora funciona como una especie de «correocuevita», vendiendo desde artículos de aseo hasta ropa y alimentos, en medio de la escasez que aprieta por todos lados.
La noticia la soltó el Grupo Empresarial Correos de Cuba en su perfil de Facebook, donde explicaron que esto forma parte de su nueva estrategia de “diversificación de servicios” y alianzas con emprendedores. En este caso, el matrimonio entre lo estatal y lo privado fue con la mipyme «Mi Casa Peti», que pone los productos en consignación para que los trabajadores postales los vendan.
Según la publicación oficialista, esta nueva línea comercial no afecta los servicios postales tradicionales, que seguirán prestándose como siempre. Pero entre carta y carta, el cartero ahora puede también venderte un paquete de espaguetis o una frazada de piso.
Aunque todo esto se presenta como una forma de mejorar los ingresos y motivar al personal, muchos cubanos no pueden evitar ver la ironía detrás del asunto. ¿Correos convertido en tienda? ¿Así, sin más? En las redes, más de uno alzó las cejas. Un usuario lo resumió con humor criollo: “¿En serio? Cuando parece que nada va a sorprender… cachán… la correocuevita”.
La realidad es que esto no se siente tanto como una innovación, sino como otra respuesta desesperada ante un país donde la necesidad obliga a reinventar cualquier espacio —incluso uno diseñado para enviar cartas— como un lugar para resolver lo básico: comida, aseo y ropa.
Pero lo más polémico no es que ahora vendan jabón donde antes se entregaban telegramas, sino que Correos de Cuba sigue arrastrando un historial desastroso de pérdidas, robos e irregularidades. La lista de quejas es tan larga como las colas del pollo.
Una joven denunció que en lugar del celular que mandó desde el extranjero, entregaron otra cosa totalmente diferente. Otra cubana se quejó públicamente del robo de artículos personales en un paquete que nunca llegó completo. Estas historias se repiten una y otra vez, dejando claro que el servicio postal dista mucho de ser eficiente o confiable.
Incluso cubanos que están de misión en el exterior han compartido su frustración. Uno de ellos, desde México, contó que mandó ayuda a su familia y terminó enfrentándose a un sistema sin transparencia ni garantía de entrega. La desconfianza ya está sembrada, y muchos sienten que están enviando cosas a un agujero negro.
A pesar de esto, el discurso oficial insiste en pintar mejoras y avances en el sistema de paquetería. Pero en la calle, la gente vive otra historia. Una donde la carta puede llegar, pero sin el sobre; donde el paquete se pierde, pero el enfado se queda. Y ahora, además, una historia donde puedes comprar papel sanitario en la misma ventanilla donde antes ibas a buscar un giro.
Correos de Cuba, entre buzones vacíos y estanterías llenas, parece más enfocado en la venta que en el envío. Y en un país donde todo se reinventa para sobrevivir, hasta el cartero se convierte en bodeguero.