Una vez más, el pueblo cubano sacó la voz en medio de la oscuridad. Esta vez, fue en el reparto Hermanos Cruz, más conocido como El Calero, en Pinar del Río, donde el pasado sábado 17 de mayo los vecinos salieron a la calle con calderos en mano, cacerolas golpeando fuerte y un mensaje bien claro: “¡Ya estamos cansados de los apagones!”
En el centro del estallido vecinal estuvo nada menos que Yamilé Ramos Cordero, primera secretaria del Partido Comunista en la provincia, quien se vio obligada a presentarse personalmente para intentar calmar los ánimos. Pero la cosa no le salió fácil: la gente estaba encendida, no solo por el calor ni por la falta de electricidad, sino por la indignación acumulada tras jornadas de hasta 18 horas sin corriente.
“No es solo aquí, es en todo el municipio. ¡Estamos fundidos!”, le dijo una de las vecinas a la funcionaria, dejando claro que en esa zona, especialmente el circuito P526, los apagones pegan con más saña. Las imágenes del encontronazo, compartidas en redes por el periodista José Raúl Gallego, muestran la tensión del momento y cómo la funcionaria intentó justificar la situación con una frase que cayó como plomo: “Hay que esperar a que el país tenga petróleo”.
La respuesta, lejos de calmar los ánimos, desató un coro de abucheos. Porque sí, la gente puede entender que hay crisis, pero la paciencia se agota cuando no hay luz, ni agua, ni respuestas claras. Y mientras el pueblo se las ve negras para cocinar, descansar o trabajar, desde arriba la “muela” no convence a nadie.
Aunque los medios oficiales han hecho mutis total, las redes sociales se han llenado de mensajes de apoyo a los vecinos de Pinar del Río, solidaridad que brota como el arroz en tiempos de siembra. Y es que esto no es nuevo: ya el año pasado, en Santiago de Cuba, se vivió una escena parecida cuando Beatriz Johnson Urrutia, otra alta funcionaria del PCC, intentó controlar una protesta en Veguita de Galo, también en medio del descontento popular por los apagones y la falta de comida.
En esa ocasión, la respuesta oficial fue ofrecer unas libras de arroz y azúcar, lo cual no hizo más que aumentar el escepticismo de los presentes. Porque cuando la necesidad aprieta y la respuesta es más de lo mismo, el pueblo no se calla.