Lo que pasó en la madrugada del domingo en pleno boulevard de San Rafael, en Centro Habana, fue un relajo de los grandes. Siete jóvenes acabaron detenidos después de armar tremenda bronca en plena calle, y el escándalo no solo puso a correr a más de uno, sino que también destapó otra vez el tema caliente de la violencia juvenil en Cuba.
Según informó el Ministerio del Interior (MININT) este miércoles en Facebook, los implicados ya confesaron su parte del rollo. Al parecer, el problema venía de atrás, con piques personales y líos viejos entre algunos del grupo. Nada de eso justifica el nivel de violencia, pero sí explica por qué la cosa terminó tan fea.
Los detenidos tienen entre 16 y 24 años, y varios están fichados por mala conducta y antecedentes penales. Eso, como era de esperar, les complica bastante la jugada. El MININT no dudó en calificar el hecho como una «grave alteración del orden público», y aseguró que los responsables serán presentados ante la Fiscalía dentro del plazo legal establecido. Mientras tanto, las autoridades siguen investigando para ver si hay más gente metida en el asunto.
El problema se hizo viral gracias a un video que encendió las redes sociales. En las imágenes —difundidas por el periodista independiente Yosmany Mayeta— se ve a un grupo de jóvenes corriendo como alma que lleva el diablo, varios con machetes en mano, en lo que se describe como un posible enfrentamiento entre pandillas. Todo sucedió en cuestión de segundos, en una de las zonas más transitadas de La Habana, y la policía llegó cuando ya el alboroto estaba por el techo.
Aunque en el video no se aprecian heridos, el ambiente era puro caos: gritos, gente huyendo, sensación de pánico… y una ciudadanía que, una vez más, sintió que estaba completamente sola. Las reacciones no se hicieron esperar. En redes, los comentarios iban desde el miedo hasta la furia, pasando por la frustración con la respuesta tardía de las autoridades.
Este hecho deja sobre la mesa una preocupación que no es nueva: la creciente presencia de violencia callejera entre jóvenes cubanos, especialmente en zonas urbanas donde la falta de oportunidades, la desmotivación y el abandono institucional están haciendo estragos. Ya no es solo un problema de «mala conducta»; es una señal de alarma que pide atención urgente.