En Cuba, la harina de trigo es casi un lujo, y en Artemisa, la situación se ha puesto tan seria que el pan racionado ya no aparece todos los días. En su lugar, los hornos trabajan con lo que aparezca: boniato, yuca, calabaza… y bastante inventiva.
La Empresa Alimentaria de la provincia, sin mucho más que ofrecer, ha empezado a «cooperar» con privados para seguir produciendo algo que al menos parezca pan. Según el periódico El Artemiseño, la cosa está tan apretada que tuvieron que dividir los municipios en dos grupos para repartir el pan normado en días alternos. Un día lo tienen unos, al otro los demás. Y mientras tanto, el cubano de a pie, con tremendo filo.
“Sálvese quien pueda”, versión panadera
Osmany de la Paz Acosta, segundo al mando de la empresa, explicó que los municipios están rotando el pan como si fuera una pelota caliente. Los únicos que reciben su ración diaria son los que viven en zonas del Plan Turquino o están dentro del “consumo social”: círculos infantiles, hospitales, ancianos, presos… lo básico.
Con el trigo escaso y la desesperación tocando a la puerta, se recurrió a una fórmula ya conocida en la isla: mezclar harina con lo que haya. Algunas panaderías están trabajando con «extensores», como ellos les llaman, o sea, pastas de viandas. Y si eso no alcanza, hay otro plan: comprar harina de yuca a precios que asustan. Un kilo está en 250 pesos, y eso que aún ni se ha horneado.
Pan por la libre, pero por las nubes
Para los que quieran comprar fuera del racionamiento, también hay “ofertas”, aunque no precisamente baratas. Un pan de 50 gramos cuesta 30 pesos, uno suave de 200 gramos vale 110, una bolsita de fideos va por 165 y unas galletas de sal pueden alcanzar los 370 pesos. Si eso no es un lujo, ¿qué lo es?
Y mientras en las ferias dominicales se intenta vender algo con sabor a pan, los trabajadores de La Plaza, un complejo productivo local, corren contra el reloj embolsando galletas por un salario de apenas 2,000 pesos mensuales. Ellos lo tienen claro: si no producen, no cobran. Así de simple.
El horno no está para trigo… ni para apagar el fuego
A pesar de los esfuerzos, sólo 21 panaderías en toda la provincia tienen la energía mínima para funcionar, y eso porque cuentan con grupos electrógenos. La corriente sigue siendo una pesadilla, y el pan depende de horarios muy precisos para el horneado. La suerte no está de su lado.
En medio del caos, una pequeña esperanza brilla —literalmente— con energía solar. Una mesa deshidratadora, donada por un proyecto de colaboración y conectada a un panel solar, se usa para secar yuca y convertirla en harina. Según Yosvany de la Paz, jefe de producción, están probando la calidad. Si todo sale bien, podrían bajar los precios a la población.
Y no sólo se enfocan en el pan: con leche comprada a una cooperativa local, también están haciendo helado artesanal en Artemisa, y lo venden en la cancha del Coppelia. Se producen más de 80 kilos al día, todo gracias a maquinaria que rescataron, repararon y adaptaron por su cuenta. En Cuba, ya se sabe: el ingenio es casi un ministerio paralelo.
La harina se esconde en toda la isla
La escasez de trigo golpea a toda Cuba, no sólo a Artemisa. Desde el 9 de mayo, en Guantánamo el pan normado solo se da a niños y centros sociales, y no hay fecha de regreso a la normalidad. En Cienfuegos, el gobierno subió el precio del pan debido a los altos costos de producción y la falta de materia prima. En Camagüey, el pan normado sigue fallando en las bodegas por las escasas entregas de harina, mientras que en Mayabeque llega cada cuatro días y más chiquito que nunca.
En Santiago de Cuba, el panorama es aún más desolador: los molinos están parados y la producción de pan prácticamente congelada. Sólo se mueve algo cuando llega un envío desde La Habana, y eso obliga a repartir el pan por municipios, con calendario en mano.
La harina se ha vuelto un símbolo de la crisis cubana: se evapora, se esconde y, cuando aparece, se mezcla con lo que sea. Pero más allá de la yuca y el boniato, lo que realmente falta es una solución que no dependa del milagro o del “invento cubano”.