Un acto de crueldad extrema ocurrido en Mayabeque ha vuelto a encender la chispa del repudio en redes sociales y entre quienes no se cansan de exigir una verdadera ley de protección animal en Cuba. Esta vez, un hombre mató salvajemente a una perrita: primero la golpeó con una pala y luego la lanzó desde un segundo piso. ¿La sanción? Una simple multa de 3,000 pesos cubanos, que no le hace ni cosquillas a la gravedad del crimen.
La denuncia llegó en tiempo real, gracias a la activista Yenney Caballero, quien no solo confrontó al agresor, sino que lo grabó en vivo y en directo mientras este admitía, sin el más mínimo remordimiento: “Sí, yo la maté”. Lo dijo con una frialdad que dejó sin palabras a los presentes.
Caballero, visiblemente afectada y llena de coraje, se dirigió al sujeto mientras señalaba el lugar del horror: “Le cayó a palos y después la tiró de aquí para abajo”, gritó, mostrando el balcón desde donde fue arrojado el indefenso animal.
Vecinos que fueron testigos del crimen confirmaron lo ocurrido, pero nadie hizo nada para impedirlo. Ese silencio también fue parte del dolor. “Nos lo dice en la cara: que la mató porque le dio la gana”, denunció la activista, dejando en claro que ya basta de mirar para otro lado.
“Esto no es una simple falta. ¡Esto es un asesinato!”, exclamó Caballero, pidiendo con urgencia una reforma del Decreto de Bienestar Animal para que deje de ser, como muchos lo ven, un adorno sin utilidad. En su opinión, sanciones verdaderas deberían empezar en los 20,000 o 30,000 pesos, y no esa ridiculez que hoy permite que estos actos queden prácticamente impunes.
Yenney también lanzó un fuerte llamado de atención al Estado: “Las casas de las rescatistas están llenas de animales maltratados, heridos, abandonados. Y mientras tanto, asesinos como este se nos ríen en la cara. ¿Dónde está la justicia?”
Otra activista, Enma Silvente, del grupo XL_Colonias, también se pronunció. Ella identificó al agresor como Leonardo Campos Valdés y confirmó que fue confrontado por varias mujeres animalistas allí mismo, sin que él mostrara ni una gota de arrepentimiento. “Fue como hablar con una piedra”, relató.
La multa, impuesta por una especialista de Sanidad Animal identificada como Evelyn, fue considerada por Silvente como un insulto a la vida: “¿De verdad la vida de una perrita vale 3 mil pesos? Claro que no. Es una burla”, escribió en sus redes.
Y advirtió que el activismo no va a retroceder: “Nos vamos a plantar donde sea, donde vivan estos asesinos. Vamos a seguir alzando la voz mientras las leyes sigan siendo una risa”.
Este caso no es el único. Es apenas una gota más en un mar de impunidad. La comunidad animalista cubana lleva años pidiendo que se modifique el Decreto-Ley 31/2021, que fue aprobado tras mucha presión y protestas frente al Ministerio de Agricultura, pero que en la práctica ha demostrado ser puro papel mojado.
La frustración es profunda. Cada semana aparece un nuevo caso, una nueva atrocidad que pasa sin consecuencias reales. Como el de un agresor en Cienfuegos que fue liberado sin explicaciones. O el de Holguín, donde otro vecino mató a una gata y solo pagó 1,500 pesos, lo que para muchos es el equivalente legal a una palmada en la mano.
Y mientras el maltrato se repite y se multiplica, los verdaderos defensores de los animales —esas mujeres y hombres que rescatan, curan y salvan a diario— siguen asumiendo el rol que el Estado no quiere o no puede cumplir.
