En medio de los apagones eternos, la falta de comida y la angustia que ya se ha vuelto rutina, una madre cubana y su hijo protagonizan un momento tan crudo como revelador. Un audio que se ha vuelto viral en redes sociales muestra a un pequeño llorando desconsoladamente, mientras su mamá intenta consolarlo sin tener respuestas claras, porque en esta Cuba de hoy, ni las madres saben cómo explicar lo que no tiene justificación.
“¿Por qué Díaz-Canel quita la corriente?”, lanza el niño entre llantos, con esa inocencia que solo los más chiquitos tienen y que a la vez golpea como martillo. La madre, con la voz rota, le responde como puede: que Díaz-Canel no es quien baja el interruptor, pero sí el que debe encontrar soluciones y no las da. Porque la corriente no la corta él con sus propias manos, pero el país entero está a oscuras por su culpa.
Este momento íntimo se ha vuelto la radiografía emocional de una nación en crisis, una escena que resume lo que muchas familias viven todos los días. No hay electricidad, no hay comida decente, no hay respuestas. Y cuando la madre pregunta cuándo fue la última vez que el niño tomó “lechita” de la bodega, el niño le dice que “hace muchos días”… para colmo, la poca que llegó “estaba cortada”.
Una promesa a falta de pan: tal vez mañana haya leche en polvo. Tal vez. Y si no, irán al parque, porque en medio del desastre, una madre aún intenta regalarle alegría a su hijo con lo poco que tiene: su cariño, su ternura y su fe rota.
El eco de miles de madres que también lloran
El video, compartido por el periodista Mario J. Pentón, ha tocado fibras profundas. Cientos de madres han reaccionado con lágrimas y rabia contenida. Algunas no pudieron ni terminar de escucharlo, otras aprovecharon para contar lo mismo que viven: niños llorando de calor porque no hay ventilador, alimentos podridos por culpa de los apagones, mosquitos que no dejan dormir, tristeza que se va acumulando y revienta por cualquier lado.
Una madre primeriza confesó que ver eso la desarmó por completo. Otra dijo que no puede seguir justificándole a su hijo por qué no hay pan ni luz ni nada. Como bien escribió una usuaria: “Los niños no entienden de política, pero sí sienten el hambre, el sueño, la frustración. Y eso los va marcando por dentro”.
La infancia robada a oscuras y con hambre
Detrás de ese niño que llora por la leche, hay miles de niños cubanos con las mismas preguntas sin respuesta. Irse a dormir sin cenar, despertarse sin desayunar, ir a la escuela con los ojos hinchados de sueño y la barriga vacía. Es la cotidianidad.
Y mientras tanto, las madres —esas guerreras del día a día— intentan resistir, criar, consolar y sobrevivir sin que el dolor las consuma por completo. Pero como dice una de ellas, “esto ya no le mueve el corazón a nadie arriba”. El país se cae a pedazos y los más inocentes son los que pagan el precio.
¿Rebeldía o resignación?
En medio del desahogo colectivo, también hay quienes piden alzar la voz, salir a la calle, protestar. “Cuando amemos más a nuestros hijos que al miedo a la dictadura, algo va a cambiar”, escribió Martha V., con la valentía de quien ya está al límite.
Pero también hay quien responde con escepticismo: que si sales, terminas presa. Que lo del 11J fue una muestra de lo que pasa cuando uno se atreve. Que quedarse en casa no es cobardía, sino una forma de proteger a los hijos.
Porque al final, como dijo una madre en los comentarios: “No soy mala madre por no salir, soy madre porque no quiero que mis hijos crezcan sin mí”.
El país que grita bajito y nadie quiere oír
Este audio no es solo una conversación entre madre e hijo. Es el grito de un pueblo silenciado. Un testimonio más entre millones. Y aunque algunos lo vean como un simple video viral, es mucho más que eso: es la evidencia dolorosa de una Cuba rota por dentro, donde las promesas no se comen y la esperanza cada vez escasea más que el pan.
“¿Qué hicimos los cubanos para merecer tanto castigo?”, se pregunta una usuaria. Y esa pregunta se repite como eco en los corazones de todos los que ya no saben cómo seguir explicándole a un niño por qué no hay leche, por qué no hay luz, por qué no hay país.
Porque cuando un gobierno permite que los niños lloren de hambre y miedo, ya no hay ideología que justifique nada. Solo queda el llanto y la rabia.