En Baracoa, esa tierra hermosa del oriente cubano que huele a cacao y salitre, la corriente eléctrica desapareció por completo. Desde este miércoles, la gente está enfrentando un apagón total que, según la propia empresa estatal, se mantendrá «por los próximos días», sin aclarar cuántos serán exactamente. O sea, que puede durar lo que les dé la gana.
El anuncio, publicado en redes sociales por la Organización Básica Eléctrica del municipio, fue tan seco como los plátanos sin mojo: no hay electricidad, ni rotación de bloques, ni promesas de alivio cercano. La excusa de siempre: déficit de generación. Y como si fuera poco, aclararon que solo los servicios «vitales», como el hospital, tendrán electricidad garantizada. El resto, que aguante.
“Daremos corriente dos horas al que más tiempo lleve sin luz, si es que se puede”, dijeron. Así mismo, con esa incertidumbre que ya es parte del paisaje cubano.
Para muchos baracoenses, esto no fue una sorpresa. Es más de lo mismo. El problema es que ahora ni siquiera hay rotación, ni planificación, ni vergüenza. La corriente va y viene (cuando viene), como si fuera un capricho del viento. Y mientras tanto, la gente sigue sin poder cocinar, ni guardar la comida, ni dormir con este calor que parece castigo.
En los comentarios del comunicado, lo que reinó fue la rabia, la impotencia y el cansancio emocional. Un padre soltó sin pelos en la lengua:
“Digan la verdad: que esto se va a poner peor, que nos van a dejar sin luz del todo. La comida falta, el agua también, y los dirigentes lo único que hacen es amenazar. No sienten nada por este pueblo”.
Una maestra lo dijo más corto, pero igual de claro:
“Esto se les fue de las manos”.
Y una estudiante, sin filtros, preguntó lo que todos tienen en la cabeza:
“¿Cómo guardamos la poca comida que conseguimos si solo dan dos horas de luz?”
Las preguntas no pararon: ¿Cómo trabajas, cómo cocinas, cómo cuidas a un anciano, a un niño, si la electricidad es un lujo que llega por ratitos? ¿Cómo se puede vivir así?
Algunos ya ni se molestan en pedir explicaciones. Lo que piden es que quiten la corriente del todo y no cobren más. O que recojan los cables y los postes para hacer leña, ya que ni carbón aparece. Otros fueron más lejos:
“No respetan al pueblo. Nos están matando en cámara lenta y nadie dice nada porque vivimos amenazados. ¿Hasta cuándo?”
El martes, la Unión Eléctrica ya había avisado que el país iba a entrar en zona crítica, con una afectación superior a los 1,700 MW. Y como es costumbre, la realidad superó al aviso: apagones por toda la isla, sin hora, sin explicación, sin esperanzas claras.
Las causas del desastre energético son las mismas de siempre: plantas rotas, unidades apagadas por mantenimiento y limitaciones térmicas que sacan del juego cientos de megawatts. En total, al menos cinco unidades clave están fuera de combate en Cienfuegos, Felton, Nuevitas, Santa Cruz y Renté. Mientras tanto, la generación de energía solar —a pesar de 12 parques recién estrenados— apenas compensa una fracción de la demanda.
La situación es tan crítica que el apagón ya no es un evento, es el estado normal. Y este miércoles no fue la excepción: con una demanda que supera los 3,500 MW y solo 1,800 MW disponibles, la UNE anunció una afectación máxima de hasta 1,770 MW en el horario pico. O sea, medio país sin luz en la noche. Otra vez.
Pero mientras Cuba entera se derrite en la oscuridad, el gobierno sigue vendiendo humo. Desde el periódico Granma, el discurso oficial insiste en que «el verano será mejor», que habrá “menos apagones” y que están trabajando en una “estrategia gradual” para levantar el sistema. Pero hasta los mismos funcionarios del Ministerio de Energía y Minas admiten que, en lo inmediato, no va a mejorar.
La gran promesa del régimen es que para los meses de calor, cada cliente tenga solo cuatro horas sin electricidad al día. Como si eso fuera un lujo. Quieren aumentar la generación en 13 GWh y controlar el consumo. Pero nadie cree ya en esos cuentos.
