En Cuba, cada vez que cae la noche, muchos se quedan esperando el regreso de la corriente como quien espera una señal divina. Los apagones no dan tregua y el malestar crece, pero según el gobierno, la culpa de esta oscuridad no es interna, sino importada… directamente desde Washington.
Argelio Jesús Abad Vigoa, viceministro primero de Energía y Minas, fue claro en la Mesa Redonda: los apagones no son culpa de errores del sistema cubano, sino del “criminal bloqueo” que, según él, tiene las manos metidas hasta en los interruptores.
“Aquí nadie está mirando los apagones desde un palco. Nosotros también los sufrimos, porque somos parte del pueblo”, soltó el funcionario al conductor Randy Alonso, como queriendo decir: no te creas que aquí hay privilegiados con aire y Netflix mientras el resto suda con velas.
Según Abad, el embargo gringo es el gran villano de esta historia, y no es “muela ni cuento chino”. Dijo que ese bloqueo traba todo: desde la compra de combustible hasta los barcos que deberían traerlo, pasando por piezas, tecnologías y mantenimientos que no se pueden hacer en casa.
Y para echarle más leña al fuego (aunque sea metafóricamente, porque lo que falta es corriente), el funcionario denunció que algunos recursos importados vienen con “trampitas” ocultas para que Cuba no pueda resolver el lío energético. Una especie de sabotaje elegante, según él.
Abad fue más allá y remató con una afirmación contundente: “Si tuviéramos acceso a créditos internacionales, este problema se resolvía con nuestros propios recursos.” Pero, como todo está trancado por el bloqueo, seguimos patinando en la misma oscuridad.
Mientras tanto, la Unión Eléctrica (UNE) no pudo maquillarlo más: el sistema está en crisis. Alfredo López Valdés, su director, reconoció en la misma Mesa Redonda que la situación está “grave grave”. Hay tantas horas sin electricidad que ni siquiera se pueden rotar los circuitos como antes. Es decir, si te tocó apagón, prepárate que puede ser largo.
Aunque hay cinco bloques generadores en reparación que podrían aportar más de 500 megawatts cuando entren en acción, la escasez de diésel complica las cosas. La generación distribuida, que depende de ese combustible, está cogida con alfileres.
En el campo y en las zonas más alejadas, el panorama es todavía más sombrío. El poco diésel que hay no alcanza para cubrir el pico de demanda. Así que los apagones seguirán, sin fecha de expiración, como un mal huésped que no se quiere ir.
Y mientras en la tele los dirigentes explican la crisis, millones de cubanos ni siquiera pudieron ver el programa, porque llevaban más de un día sin luz. Es la ironía más triste: te explican por qué estás a oscuras… mientras estás a oscuras.
La noche del 21 de mayo la calle volvió a ser testigo del cansancio del pueblo. En Santiago de Cuba, específicamente en el barrio Micro 9, los vecinos salieron a exigir cambios. Y no fue solo allí. También se sintió la presión en varios puntos de Bayamo.
Los gritos eran simples pero potentes: «¡Corriente!» y «¡Comida!». Dos palabras que resumen el drama cotidiano del cubano de a pie. Entre el calor, la falta de alimentos y la oscuridad que se alarga, la desesperación se está convirtiendo en rabia.
