Durante varios días, Bolita, una perrita callejera de Guantánamo, sobrevivía a duras penas: sin comida, sin agua y sin siquiera un rincón donde esconderse del sol o de la lluvia. Estaba solita, como tantas otras almas peludas que vagan sin rumbo por las calles de Cuba.
Pero la historia de Bolita dio un vuelco cuando el Cuerpo de Bomberos de la provincia salió al rescate, tras ver una publicación que pedía auxilio en redes sociales. Gracias a la rápida respuesta de estos héroes uniformados, la perrita fue sacada de su calvario y pudo respirar al fin un poquito de paz.
La noticia se hizo eco en el grupo de Facebook Huellas Callejeras de Cuba, donde la activista Sofía Esquivel no pudo contener la emoción al contar lo sucedido. En sus palabras, el gesto fue una bendición en medio del caos: “Gracias al equipo del cuerpo de bomberos de Guantánamo que no dudó en ayudar a esta criaturita. Llevaba días pasando hambre y sed”, escribió.
Sofía también agradeció a Yanet Giselle Llamos, quien se movió rápido apenas vio la publicación. “Estoy segura de que en pocos días Bolita tendrá un hogar lleno de amor”, añadió con optimismo.
La historia de Bolita tocó muchos corazones y no tardó en volverse viral en las redes. Los comentarios llovieron, todos con el mismo sentimiento: gratitud hacia esos bomberos que, con poco, hicieron mucho.
Incluso el comunicador oficialista Carlos Pérez se sumó al reconocimiento con un mensaje lleno de sentimiento: “Bolita encontró en ellos esperanza y protección. Hoy su historia es símbolo de compasión. ¡Gracias, Dios, por poner en su camino a estos héroes de buen corazón!”
Este acto sencillo, pero poderoso, demuestra que los bomberos en Cuba no solo apagan fuegos ni salvan personas. También rescatan vidas que a menudo son ignoradas: las de los animales abandonados. En un país donde los derechos de los animales suelen quedar en el último renglón, historias como esta iluminan la esperanza.
Y no es un caso aislado. En los últimos tiempos, los bomberos cubanos han protagonizado varios rescates similares, a pesar de los recursos limitados y las condiciones difíciles en que trabajan.
En La Habana, un equipo se lanzó a rescatar un perro callejero que se había caído en un barranco. En Santa Clara, otro grupo salvó a Dante, el perrito de un niño autista, que se había ido a pique en un pozo. La madre del pequeño no solo agradeció el rescate, sino también el apoyo humano que los bomberos le brindaron a su hijo, que estaba desesperado.
También en el Malecón habanero, un perro atrapado entre las piedras fue liberado justo a tiempo, antes de que el oleaje le pasara la cuenta. Y en Sancti Spíritus, un gato fue bajado de una azotea, donde llevaba días atrapado sin poder bajar. Los bomberos actuaron rápido y el michi volvió sano y salvo a los brazos de su dueño.
Estos gestos —quizás pequeños para algunos— son enormes para quienes luchan por los animales en Cuba. Son un recordatorio de que aún hay corazones dispuestos a darlo todo, incluso con poco, por quienes no tienen voz.
