Andy Silva Jeréz tiene apenas 16 años, pero ya carga con una desilusión que muchos adultos no sabrían cómo manejar. Este muchacho de Gibara, en la provincia de Holguín, lleva en el pecho un sueño bien claro desde chiquito: quiere ser periodista deportivo. Ama el deporte, la narración, el análisis… y desde el año pasado colabora —sin cobrar un medio— con el INDER de su municipio, cubriendo eventos deportivos y escribiendo reportes con una pasión que se le nota hasta en la mirada.
Todo parecía ir bien. Andy estudia en el IPU Luis Martínez Almaguer, y cuando el pasado 15 de mayo lo llamaron desde la dirección para decirle que ya estaba abierta la convocatoria para optar por la carrera de Periodismo en la Universidad de Holguín, sintió que su momento había llegado. Fue al otro día con su papá, lleno de ilusión, creyendo que por fin iba a dar el primer paso hacia su futuro.
Pero ese sueño duró menos que un suspiro. La noticia que le dieron lo dejó en el piso.
Había sacado 100 puntos en Historia, 99 en Cultura Política y 86 en Español. Un tremendo resultado, sobre todo para alguien que no tiene celular, ni conexión, ni recursos para estudiar con libros digitales, como sí tienen otros. Aun así, le dijeron que no calificaba, que “tenía que tener al menos 90 en Español”.
Y hasta ahí, uno podría pensar que son reglas del juego. Pero lo más duro vino después.
“Tú eres pobre, y los que tienen posesiones son los que pueden llegar a la universidad”, le soltó la secretaria sin pestañear. Así, sin azúcar ni anestesia.
Andy era el único interesado en esa carrera. Pero igual, su solicitud fue rechazada, revocada, pisoteada como si no valiera nada. El viernes de esa semana se fue a su casa con el corazón hecho trizas. Dice que lloró sin entender qué rumbo tomar, y hasta dejó una carta de despedida a sus amigos explicando por qué dejaba la escuela.
“Es lo más doloroso que me ha pasado”, escribió con una sinceridad que parte el alma.
¿Y ahora qué? ¿Dónde quedó el discurso de que en Cuba todos tienen las mismas oportunidades? ¿Por qué a un joven con talento, vocación y deseo de superarse se le niega el derecho a soñar por no tener dinero ni teléfono?
¿Desde cuándo ser pobre es un obstáculo para estudiar?
Desde CubaCute Noticias alzamos la voz por Andy, y por tantos como él. Porque el talento no debería depender del bolsillo, ni la dignidad medirse en pesos cubanos o megas de conexión.
Andy representa a miles de jóvenes cubanos que tienen ganas, pero no recursos. Que tienen corazón, pero no “palancas”. Y si Cuba quiere un futuro mejor, tendrá que empezar por dejar de castigar a los que más luchan con menos.
