La noche del 23 de mayo no fue una más en Bayamo. Las calles de esta ciudad oriental, normalmente tranquilas, se encendieron, pero no por la luz eléctrica —que brilla por su ausencia—, sino por el coraje de un pueblo que ya no aguanta más. Sin corriente, sin comida y con los nervios en el suelo, los vecinos de varios barrios salieron a dar la cara y a decir en voz alta lo que muchos en Cuba piensan en silencio.
Con consignas como “¡Los niños no pueden ir a la escuela!” y “¡No queremos más muela!”, la gente enfrentó sin miedo a los dirigentes del Partido Comunista y al gobierno local, que llegaron custodiados como si fueran a una zona de guerra, rodeados de agentes del MININT y militares de las FAR.
Los videos que corren por las redes lo dicen todo. En las calles 16 y 22, el ambiente estaba caliente. La gente no pidió, exigió: luz, comida y respuestas. En uno de los clips, un coronel de las FAR intentó hablar con los vecinos, acompañado de otros uniformados. Pero lo que recibió fue una andanada de gritos, reproches y verdades. El hambre no espera, y el pueblo tampoco.
Testigos aseguran que, justo después de que aparecieron los tristemente célebres “boinas negras” y hasta perros de las unidades caninas, milagrosamente volvió la corriente en algunas zonas. Muchos interpretaron ese “detalle” como una respuesta directa al empuje de la protesta. Como dijo una bayamesa en redes: “Cobardes que son los comunistas. ¡No se rindan, el pueblo manda!”
CNC TV Granma no pudo tapar el sol con un dedo y reconoció el suceso, aunque le pusieron su barniz oficialista y lo presentaron como un “diálogo con la población”. Nada nuevo bajo el sol.
Mientras Bayamo alzaba la voz, en otros rincones del país también se armaba el guateque de la indignación. Cienfuegos, Santiago de Cuba y más localidades del centro y oriente han vivido jornadas de protesta, todas con el mismo telón de fondo: apagones eternos, hambre y cansancio.
Desde La Habana, el libreto oficial se mantuvo: criminalizar el descontento. Miguel Díaz-Canel, como ya es costumbre, echó mano al argumento del “enemigo externo” y dijo que no se permitirán desórdenes. Según él, quienes salen a protestar no representan a la mayoría. Pero la realidad en la calle —y en las redes— pinta otro cuadro.
Gerardo Hernández Nordelo, el coordinador nacional de los CDR, intentó sumarse al show posteando una foto a oscuras con vecinos habaneros, como para demostrar que él también “aguanta”. Pero la jugada le salió al revés, porque en redes lo destrozaron por su oportunismo y por repetir la propaganda de siempre.
La cosa es clara: por mucho que el gobierno intente calmar los ánimos con algún saco de arroz o un paquete de espaguetis, el malestar no se disuelve con promesas recicladas. La gente está molesta, está cansada y está hablando.