En Cuba, la noche solía ser una fiesta. Bares llenos, música en vivo, gente bailando en cada esquina. Pero hoy, salir por la noche en La Habana —o en cualquier otra ciudad de la isla— es como meterse en una película de suspenso: calles vacías, oscuridad total y un silencio que asusta. Lo que antes era alegría, hoy se siente como abandono. ¿Qué fue lo que pasó? ¿Dónde quedó esa vida nocturna que era orgullo cultural? Spoiler: la crisis se lo tragó todo.
La influencer cubana Kary Sánchez (@kary_y_jony) lo comprobó por su cuenta. Una noche de fin de semana, decidió salir a caminar por la capital con su cámara encendida. ¿Y qué encontró? Calles vacías, faroles apagados, y ese bullicio típico de El Vedado… simplemente no estaba. Como si alguien hubiera apagado la Habana con control remoto.
Del reguetón al silencio absoluto
Comparar lo de ahora con lo que era antes da hasta tristeza. Hace unos años, La Habana no dormía. Era puro movimiento: música, cerveza, gente en la calle. Hoy, a las 10 de la noche, ya no hay ni gatos. “No hay nadie”, comenta Kary mientras muestra avenidas desiertas, negocios cerrados y un ambiente que no invita a quedarse.
Y es que la realidad económica no perdona. La inflación por las nubes, la falta de comida y el simple hecho de sobrevivir han hecho que el entretenimiento se vuelva lujo. En Cuba, hoy en día, salir de noche es algo reservado para los que tienen más… y no siempre se sabe de dónde sacan.
Cuando comer es más importante que salir
¿Cómo va a pensar un cubano en ir a una discoteca si con lo que gana un jubilado apenas le alcanza para un pomo de aceite? Hay quien no hace ni tres comidas al día, ¿tú crees que va a gastar en una botella en el bar? No señor. Lo que se prioriza es lo básico: comer, pagar la corriente, y cruzar los dedos para que no se vaya la luz en plena noche.
Y hablando de luz… apagan la isla entera.
Entre apagones, violencia y cero guaguas
A todo esto hay que sumarle los apagones interminables, el miedo a los asaltos y la crisis del transporte. Si no hay guaguas para volver a casa, si te pueden robar el móvil en una esquina oscura, y encima no hay luz en tu barrio… ¿para qué vas a salir? Así, poco a poco, los cubanos han cambiado la conga por la cama.
No es solo un fenómeno de La Habana. En todo el país, la noche se apaga temprano. Literalmente. Parece que hay un toque de queda emocional, no oficial, pero igual de fuerte. El pueblo se encierra temprano, no por disciplina, sino por pura necesidad.
La noche cubana ya no es lo que era
Pero esto va más allá del ocio. Lo que estamos viendo es una transformación profunda. La calle, esa parte vital del alma cubana, ha quedado en silencio. Y cuando desaparecen los espacios para compartir, para reír, para bailar… se empieza a desdibujar también la forma de ser cubano.
Hoy en día quedan algunos pocos centros nocturnos funcionando, pero no tienen ni sombra de lo que eran. Aquellas noches habaneras llenas de rumba, cultura y libertad, ahora son solo un recuerdo para los que vivieron esos tiempos.