Después de mucho tiempo alejada de la vida pública, Dalia Soto del Valle, viuda del exgobernante cubano Fidel Castro, se dejó ver esta semana en un acto conmemorativo que trajo recuerdos del pasado y abrió nuevamente el debate sobre el rol de la religión en la Cuba socialista. El encuentro tuvo lugar para celebrar otro aniversario del libro Fidel y la religión, escrito por el fraile brasileño Frei Betto, conocido por su cercanía con el oficialismo de la isla.
Transmitido por Canal Caribe, el evento no fue simplemente una efeméride literaria. Sirvió también como una especie de relanzamiento simbólico de un texto que los medios estatales no dudan en llamar la primera “biografía” de Fidel tras su llegada al poder en 1959.
Entre sotanas y consignas
En el lugar se reunieron figuras religiosas de distintos credos, junto al propio Frei Betto, quien no solo habló del valor del libro, sino también de su entrañable amistad con Castro. Recordó que cuando lo publicaron por primera vez en 1985, el ambiente en Cuba era puramente ateo, con la fe escondida bajo llave. Aun así, Fidel se interesó profundamente en el diálogo que sostenían, al punto que —según Betto— consideraba el libro como una obra escrita “a cuatro manos”.
“Él le metió el coco a cada página”, dijo el fraile en su intervención, remarcando que Fidel veía en ese texto algo más que palabras: una puerta abierta al entendimiento entre creyentes y no creyentes dentro del proyecto revolucionario.
Dalia, entre sombras y recuerdos
Mientras tanto, Dalia Soto del Valle estuvo presente, aunque sin mucha pompa. Lejos del centro del escenario, apareció discreta y serena, acompañada por los hijos que tuvo con Fidel. Vestía una blusa amarilla y un gorro oscuro, y llevaba un nasobuco colgado del cuello, como quien no quiere que lo reconozcan mucho, pero tampoco pasa desapercibida.
Desde que falleció Fidel en 2016, son contadas las veces que Dalia ha salido a la luz pública, y esta aparición, aunque breve, no pasó inadvertida entre los asistentes.
Un texto que rompió moldes
Fidel y la religión fue un parteaguas. En sus páginas, se recoge una conversación profunda sobre fe, ética y el papel de la religión en la Cuba revolucionaria. En su momento, marcó un cambio importante en el discurso oficial del régimen, que durante años había sido abiertamente hostil con las iglesias y cualquier forma de organización espiritual. Aquel libro fue, para muchos, el primer puente tendido entre la Revolución y la fe.
Tiempos distintos, tensiones similares
La reedición de este texto no llega en un vacío. Coincide con un creciente malestar entre figuras religiosas independientes y el gobierno cubano. Voces como la del sacerdote Alberto Reyes han sido contundentes, denunciando cómo el régimen usa el miedo y la manipulación como herramientas para mantenerse en el poder.
A su vez, la Alianza de Cristianos de Cuba ha levantado la voz frente al deterioro de los derechos fundamentales y la represión de expresiones religiosas. Incluso, ha habido reportes de censura en actos religiosos públicos como procesiones de Semana Santa, lo que ha sido interpretado como una manera de restringir la libertad de culto y controlar la espiritualidad en la isla.
Aunque el libro intenta revivir un espíritu de diálogo, la realidad actual suena más a monólogo oficialista que a conversación abierta.