Desde los escenarios hasta la pantalla chica, Jorge Losada dejó su alma en cada personaje que interpretó, convirtiéndose en uno de los rostros más queridos del teatro y la televisión cubana. Pero a sus 91 años, la vida le ha cambiado el libreto. Hoy, este veterano del arte necesita una silla de baño para poder asearse con dignidad.
“El que dio tanto, ahora necesita de todos”, escribió en Facebook Luis Lacosta, director de arte del ICAIC y amigo cercano del actor, al lanzar un llamado urgente: Jorge ya no puede valerse por sí solo en el baño, y quienes lo cuidan no tienen fuerzas para sostenerlo. Las palabras tocaron fibras y, como siempre que se trata de un grande, el pueblo respondió con atención.
También el productor Michel Vega se sumó al pedido, pidiendo ayuda para conseguir la silla necesaria. “Ayudemos a este hombre que nos dio tanto. No puede ni bañarse sin apoyo”, expresó con un tono de urgencia y respeto, recordando el legado de un artista que no merece ser olvidado en la sombra.
La situación de Losada es tan real como triste: problemas de salud acumulados, una prótesis de cadera que lo dejó en silla de ruedas, varias hospitalizaciones recientes y una fragilidad que grita por auxilio. El pasado abril estuvo ingresado por complicaciones médicas y, aunque logró salir del hospital Fajardo gracias a una atención rápida, su realidad en casa es cada vez más complicada.
Ya en 2021 había necesitado donaciones de sangre y medicinas tras una operación que lo dejó con anemia. En 2024, la historia se repite, y con ella, el mismo vacío institucional que ha dejado a tantos artistas cubanos librados a su suerte.
A pesar de sus dolencias, Losada no colgó el telón tan fácilmente. Hasta 2023 seguía activo, participando en la telenovela Renacer, donde mostró que aún le quedaba chispa, humor y, sobre todo, amor por su público. Pero ni ese compromiso ni su legado han bastado para que las autoridades culturales del país lo respalden como merece.
Es una paradoja amarga: mientras el gobierno se llena la boca hablando de la cultura cubana, muchos de los pilares que la sostuvieron pasan sus últimos días dependiendo de la bondad de sus compatriotas. Jorge Losada, uno de esos pilares, hoy espera —con paciencia y dignidad— una silla de baño. No para recibir honores, sino para poder seguir viviendo.
Su caso no es único, pero sí emblemático. Refleja el abandono sistemático a quienes lo dieron todo por el arte en Cuba. Una muestra clara de que en este sistema, los aplausos no pagan la vejez.
La pregunta queda en el aire, flotando como una escena inconclusa: ¿hasta cuándo los artistas cubanos tendrán que rogar por lo que debería ser un derecho?