En Cuba, donde la vida siempre se abre paso entre carencias y esperanzas, hay historias que llegan directo al alma. Un niño de apenas seis años perdió algo que no tiene precio: las fotos de su mamá fallecida, guardadas en un teléfono móvil que se extravió. Aunque parezca un objeto más, ese celular representa para él el único puente visual que lo conecta con los recuerdos de su madre, Daileni Hernández, quien ya no está.
La abuela del niño, Adis Grillo, se ha volcado a las redes sociales con un pedido que parte el corazón: «No es el celular, son los recuerdos de un hijo que no podrá volver a abrazar a su madre», escribió con la esperanza de que quien tenga el móvil tenga también un poquito de compasión.
El mensaje no tardó en tocar fibras. Fue compartido por Alexander Ríos Cruz, quien publicó una captura del texto en su perfil de Facebook. Gracias a él, el llamado de la abuela se ha ido regando por toda la Isla, porque en Cuba, aunque falten muchas cosas, la solidaridad no se pierde.
«Ese niño solo tiene esas fotos para recordarla. Si alguien encuentra ese teléfono, que piense en eso. En un niño que no entiende por qué su mamá no está y que solo puede verla en una pantalla», implora Adis. No es un objeto lo que se está buscando, sino la oportunidad de que ese pequeño conserve un pedacito de lo que fue su madre.
«Solo me queda esperar que el alma de quien lo tenga sea tan noble como para devolverlo», agregó la abuela, con esa mezcla de dolor y fe que tantas veces acompaña a las familias cubanas.
Pero esta semana, el dolor de una familia no fue el único que estremeció a muchos.
Otra madre, Maura Vázquez, también abrió su corazón en las redes sociales. Publicó una carta dirigida a su hija Doraiky Águila Vázquez, de 48 años, desaparecida en La Habana desde el pasado 15 de marzo. Desde entonces, no hay noticias de ella, y el silencio ha sido tan cruel como el tiempo que sigue corriendo.
El mensaje de Maura es de esos que se leen con un nudo en la garganta. «Querida hija, cada vez que veo tus fotos, se me vienen a la mente todos esos recuerdos desde que supe que venías en camino», escribió. La carta es un retrato de amor incondicional, de esa fuerza maternal que no se quiebra ni ante la incertidumbre más feroz.
Maura no se rinde. A pesar del tiempo, del miedo y del vacío, sigue firme en su búsqueda. Porque una madre cubana puede con todo, incluso con lo que parece imposible.