Desde un rincón humilde de San Miguel del Padrón, en La Habana, una joven cubana de solo 19 años levanta su voz con una mezcla de dolor, coraje y esperanza. Su nombre es Yednay Pupo García, y desde los 16 ha estado librando una batalla diaria contra una enfermedad que no da tregua: insuficiencia renal crónica.
Con apenas 36 kilos de peso, su vida gira alrededor de una máquina de hemodiálisis, que debe usar día por medio para seguir respirando. Pero ese no es su único desafío. También sufre de hipertensión ocular y pulmonar, un soplo cardíaco y gastritis crónica. Y por si fuera poco, las condiciones en las que se trata son, según sus propias palabras, más un castigo que una terapia.
Desde que la trasladaron a un hospital de adultos, la realidad se volvió aún más dura. Filtros de diálisis que deberían usarse una sola vez, se reutilizan hasta por 15 días. Faltan materiales médicos, el agua potable brilla por su ausencia y las condiciones de higiene son tan precarias que ponen en riesgo la vida de cualquiera, y más aún la de alguien tan vulnerable como ella.
Yednay vive en una casa que no está adaptada para su situación. Su mamá ha dejado todo atrás para cuidarla, porque esta lucha no se pelea sola. Sin el apoyo de algunos familiares desde el extranjero, su realidad sería aún más desesperada.
Aunque los médicos han confirmado que es candidata para un trasplante de riñón, ella asegura que esa esperanza en Cuba es prácticamente un espejismo. Y por eso, no se queda callada. No se rinde. No baja la cabeza.
“No pido compasión, pido oportunidad”, dice con una fuerza que conmueve hasta el tuétano. “No quiero resignarme a sobrevivir. Quiero vivir.”
Yednay no está pidiendo caridad. Está reclamando su derecho a vivir con dignidad. A tener acceso a un sistema de salud que no la condene a la espera eterna. A que su historia cruce fronteras y llegue a algún lugar donde la vida no dependa de un milagro, sino de una posibilidad real.
Si estás leyendo esto, haz que su voz no se pierda en el silencio. Comparte su historia, que se escuche en cada esquina. Porque en un país donde tantas veces se apagan las esperanzas, ella todavía quiere encender la suya.