Este miércoles por la mañana, una silueta gigante comenzó a dibujarse en el horizonte de La Habana, justo cuando el sol se abría paso entre las nubes. Era el OK, un enorme carguero con bandera liberiana, que venía directo a cumplir una misión crítica: llevarse una de las centrales flotantes turcas que, mal que bien, ayudaban a mantener encendida la isla.
La patana Suheyla Sultan, esa vieja conocida de los habaneros, con sus chimeneas echando humo como si no hubiera un mañana, podría estar viviendo sus últimas horas en Cuba. Su salida no solo es visual: también marca una baja sensible en la generación eléctrica, en un momento donde la demanda aprieta y la oferta apenas responde.
Mientras el barco se acercaba a la bahía, el práctico del puerto ya estaba en faena. Rebasó El Morro y fue a buscar al coloso flotante, como quien va a escoltar una visita de peso. Todo esto ocurría bajo la mirada curiosa de los que se apostaban en el Malecón, sin saber que estaban presenciando otro capítulo en la saga interminable del apagón cubano.
Una pérdida que se sentirá en cada apagón
La Suheyla Sultan no es cualquier barquito. Con 12 chimeneas y una potencia de 240 megavatios, ha sido uno de los pilares que sostenían, aunque a duras penas, el Sistema Eléctrico Nacional. Su posible retiro se suma a una realidad ya complicada: solo este miércoles, la Unión Eléctrica anunció un déficit de 1.495 MW. Y eso es en el papel, porque en la calle ya se sabe que las cifras siempre se quedan cortas.
El humo de la patana, por tóxico que sea, era también señal de esperanza para muchos. Cuando ella funcionaba, aunque el aire se cargara de hollín, por lo menos había corriente. Ahora, su partida deja un hueco justo cuando el verano empieza a apretar y los apagones prometen ser más largos, más frecuentes y más insoportables.
El motivo de su retirada no es un misterio: Cuba no puede pagar. Las autoridades han reconocido que mantener estas centrales flotantes es complicado «por dificultades económicas». Y si a eso se suma que otros países como Ecuador andan detrás de los servicios de Karpowership con mejores condiciones, no hay mucho que hacer.
El gigante OK llegó para llevársela
El carguero OK, preparado para mover toneladas como quien carga cajas de zapatos, zarpó de Turquía el 10 de abril. Hizo escala en República Dominicana y en San Eustaquio antes de llegar a La Habana. Su presencia no deja dudas: no vino de paseo. Las grúas, los contenedores, la estructura imponente, todo apunta a que la Suheyla Sultan se va. Y no se descarta que la Erol Bey, otra patana que genera 63 MW, también haga las maletas.
El ministro de Energía y Minas, Vicente de la O Levy, ya había advertido que la salida de estas plantas sería “progresiva”. Pues parece que esa “progresión” va a toda vela. Lo que no avanza, sin embargo, es la solución definitiva al drama eléctrico que hace que cualquier cubano tenga que organizar su día según la corriente.
Una imagen que dice más que mil apagones
Cuando el OK rebasó la boca de la bahía, pasadas las 10:00 am, algunos pescadores lo miraban sin imaginar el tamaño del golpe que eso representaba. Un barco entra, una patana se va, y la incertidumbre vuelve a instalarse en los hogares cubanos. ¿Cuántas horas de apagón nos esperan ahora? ¿Qué pasará cuando lleguemos al pico del calor y no haya ni ventilador que consuele?
Cuba se queda con menos energía, pero no solo eléctrica. También con menos fe en que la situación mejore, en que algún día los apagones no sean parte del paisaje cotidiano. Porque mientras el OK se lleva a la Suheyla, también parece estar remolcando esa pequeña esperanza que aún flotaba entre tanto apagón.
