La crisis energética en Cuba sigue apretando como tuercas oxidadas, y este jueves la cosa se puso peor cuando la unidad 3 de la termoeléctrica de Cienfuegos dijo «hasta aquí». La planta salió del sistema de manera imprevista por una falla automática —según reportó el periodista oficialista José Miguel Solís— y eso vino a darle el golpe del día al ya frágil Sistema Eléctrico Nacional (SEN).
“Estamos en candela”, dicen muchos, y con razón. Porque el pronóstico de déficit para este jueves era de 1.280 MW en horas del mediodía y un pico de 1.552 MW al caer la noche. O sea, una noche más a merced del calor, los mosquitos y la oscuridad. Aunque las autoridades prometieron que la unidad de Cienfuegos se reincorporaría antes del mediodía, no soltaron ni una pista sobre qué tan grave fue la avería.
Apagones como pan caliente
La UNE confirmó que el miércoles 28 no hubo un solo minuto sin afectación. La cosa se puso peor entre las 6:30 p.m. y las 9:50 p.m., cuando el apagón alcanzó un pico de 1.630 MW. Eso superó incluso las cifras más pesimistas.
Para este jueves, el panorama no pinta nada mejor. La generación disponible apenas roza los 1.850 MW, mientras que la demanda nacional se dispara a 3.050 MW en la mañana y más de 3.500 en la noche. Traducido: más cortes, más velas, más sudor.
En La Habana reparten la oscuridad por horario
Como ya es habitual, la Empresa Eléctrica de La Habana anunció cortes programados, repartidos por bloques de horarios. El plan incluye tandas de cuatro horas que pueden estirarse hasta la madrugada, si el SEN lo exige. Y lo exige, vaya si lo exige.
La cosa no termina ahí. También se anunciaron posibles apagones extras durante la madrugada como “plan B”. Todo eso si, por casualidad, algún circuito tuvo el “privilegio” de no apagarse durante el día.
En el interior: peor que en la capital
Mientras en La Habana los apagones al menos siguen un calendario, en el resto del país la gente anda a la buena de Dios. En zonas rurales ya se reportan interrupciones que pasan las 24 horas seguidas, y con eso no hay resistencia ni paciencia que aguante. Este desbalance entre la capital y el interior ha encendido el malestar y ha levantado sospechas de favoritismo.
La juventud no se queda callada
El hartazgo está tocando techo, sobre todo entre los más jóvenes. En Guantánamo y Cienfuegos, estudiantes universitarios salieron a protestar de forma pacífica, exigiendo condiciones mínimas para vivir: electricidad, agua y comida. Todo esto, claro, en medio de los apagones, como si fuera una película en blanco y negro. La respuesta de las autoridades fue rápida, pero no solidaria: amenazas, presiones y advertencias para que se callen la boca.
Promesas, inversiones y… nada
Aunque el gobierno sigue hablando de inversiones en Energás Jaruco y Varadero, la realidad es que la crisis eléctrica sigue sin freno. Entre la falta de generación, las termoeléctricas en ruinas y la escasez de combustible, no hay una solución real a la vista. Solo parches, discursos reciclados y apagones que se repiten como una mala canción.
Mientras tanto, el pueblo aguanta, pero no olvida. Porque vivir así, entre sombras, calor y apagones eternos, no puede ser la normalidad. Y cada día que pasa sin luz, es otra señal de que el sistema, como las plantas eléctricas, está fallando de raíz.
