En Cuba, navegar por internet se ha vuelto una misión imposible, y no porque falte señal, sino porque el saldo no alcanza ni para empezar. Desde que ETECSA puso tope de 360 pesos cubanos al mes para las recargas en CUP, la cosa se puso color de hormiga.
Con ese dinero, en el mejor de los casos, te puedes comprar un paquete de 6 GB de datos móviles. Pero ojo, no te emociones mucho, porque ese paquetico rinde menos que un refresco de piñita caliente.
Para entenderlo mejor, esto es lo que permiten 6 GB en términos de navegación aproximada:
WhatsApp (solo texto): más de 6,000 horas de chat.
Navegación básica por internet: unas 120 horas.
Redes sociales (uso moderado): alrededor de 60 horas.
YouTube en calidad estándar (480p): solo 12 horas.
Videollamadas o clases online: entre 8 y 10 horas.
TikTok, Reels o Instagram videos: apenas 8 horas.
Música en streaming (Spotify/YouTube Music): unas 150 horas.
Pero, ¡mucho cuidado! Si usas aplicaciones que actualizan en segundo plano, o si activas calidad HD en plataformas como YouTube o Netflix, tu paquete se agotará en cuestión de horas.
O sea, con lo que permite ETECSA ahora en moneda nacional, no hay quien mantenga una conexión decente. Trabajar, estudiar o hasta entretenerse en línea es casi un lujo reservado para quienes pueden pagar en divisas.
Y ahí es donde empieza el desequilibrio. Porque mientras se limita el acceso en CUP, la empresa estatal no pierde tiempo en ofrecer planes en USD, esos que solo se compran con tarjetas internacionales o desde el famoso Monedero MiTransfer. Si tienes dólares, te va mejor; si no, te toca ver el WiFi pasar.
¿Y los planes en CUP? Sí, también existen, pero agarrarse, porque los precios dan dolor de cabeza. Por ejemplo, 3 GB cuestan 3,360 CUP, 7 GB salen en 6,720 CUP y si quieres 15 GB, tienes que soltar 11,760 CUP. ¡Más de lo que gana mucha gente al mes!
Desde la propia ETECSA dicen que estas restricciones buscan «garantizar la sostenibilidad de la red», como ya había adelantado el primer ministro Marrero. Pero en la calle, lo que se siente es otra cosa: una desconexión forzosa que castiga a los de abajo.
Y mientras tanto, las necesidades crecen. No solo es para chatear o ver memes. La gente necesita internet para trabajar, para mandar un correo, para estudiar una carrera online, o simplemente para saber qué está pasando en el mundo. En pleno 2025, estar sin conexión es como vivir con los ojos vendados.
Al menos, algunas páginas han comenzado a adaptarse al drama de los datos, creando versiones más ligeras y con fotos comprimidas. Por ejemplo, este mismo sitio que estás leyendo consume un 80% menos datos que una web normal. Un alivio para quienes andan con los megas contados.
Lo triste es que, en la práctica, el acceso a internet se está volviendo un privilegio, y no un derecho. Una especie de frontera digital entre los que tienen acceso a divisas y los que sobreviven con lo justo.
Y así seguimos en Cuba, peleando cada mega como si fuera oro, mientras ETECSA reparte limitaciones y dólares como si fueran confeti en un carnaval… al que solo pueden entrar unos pocos.