La tristeza se ha apoderado de Ciego de Ávila tras el brutal asesinato de Adrián, un joven carpintero de la calle Maceo que, más allá de su talento con la madera, era un alma generosa, de esas que dejan huella en todo el que lo conocía. La noticia corrió como pólvora, no por los medios oficiales —que una vez más callaron ante la tragedia—, sino por el clamor popular que estalló en redes sociales.
“Era un muchacho bueno, de los que ayudan sin pedir nada a cambio”, comentó un vecino en Facebook, visiblemente afectado. Y es que Adrián no solo construía muebles, también construía cariño con su forma de ser.
Un crimen que sacude corazones
Según el periodista independiente Guillermo Rodríguez Sánchez, quien se comunicó directamente con la familia, el crimen ocurrió cuando Adrián se encontraba solo en su vivienda. Su madre, aunque vivía en el mismo edificio, estaba en el piso de arriba sin acceso directo al apartamento. Sus dos hijos tampoco estaban presentes; se encontraban con sus respectivas abuelas maternas.
Aunque las versiones sobre lo sucedido han sido variadas —como suele pasar cuando el silencio oficial deja espacio para la especulación—, Rodríguez Sánchez aclaró que el móvil del crimen no fue el robo del celular, pues este permanece en manos de la familia. Lo único que se llevaron fue una cadena de oro valorada en más de cinco mil dólares, pieza que, según relataron, Adrián conservaba como un ahorro de emergencia. También desaparecieron algunas prendas de ropa y zapatos.
Violencia sin piedad
El informe del periodista también revela que Adrián fue baleado, y aunque esa fue la causa oficial de la muerte, su agonía no fue rápida. “Se ensañaron con él… su sufrimiento fue largo”, escribió en una publicación que ha sido compartida por cientos de personas.
A pesar de la conmoción generalizada, no hay confesiones oficiales ni detenidos confirmados. Solo se sabe de sospechosos bajo investigación. La familia, por su parte, ha pedido respeto y privacidad, algo que ha sido respaldado tanto por Rodríguez Sánchez como por los vecinos que lloran la pérdida.
Un hombre sencillo, querido y generoso
Adrián no era una figura pública ni tenía millones de seguidores. Era un hombre común con un corazón enorme, conocido por sus muebles, su humildad y por esos viajes espontáneos que organizaba para sus aprendices, gastando lo poco que ganaba en brindarles experiencias bonitas.
Jugaba fútbol descalzo en la calle, compartía hasta el último peso con quien lo necesitara y trataba a sus aprendices como si fueran hijos. “Excelente muchacho, hizo la cuna blanca torneada de mi hija, qué tristeza”, escribió una madre que guarda, en ese mueble, un pedazo de memoria viva.
Otra vecina compartió: “En el juego de comedor de mi casa están los recuerdos de Adrián. Que Dios lo tenga en su Santa Gloria”.
Una muerte que revive el debate sobre la inseguridad en Cuba
Este crimen ha vuelto a encender las alarmas sobre el aumento de la violencia en Cuba, un país que hasta hace poco presumía de ser uno de los más seguros del continente. Hoy, esa imagen se desmorona ante casos como el de Adrián, donde un trabajador honesto termina asesinado por un puñado de cosas materiales.
Las redes han estallado con mensajes de indignación. “¿Hasta cuándo este vandalismo sin control? Los trabajadores muriendo a manos de asesinos que no pagan como deben”, escribió un internauta molesto. Otra usuaria, desde Santiago, fue aún más directa: “Ahora los cogen, les echan dos o tres años y pa’ la calle de nuevo. Es doloroso lo que está pasando”.
Un país que se rompe por dentro
El caso de Adrián no es aislado. Forma parte de una ola de violencia que muchos atribuyen a la desesperación económica, la impunidad y un sistema judicial que parece más preocupado por perseguir activistas que por proteger a la ciudadanía.
Mientras las autoridades siguen en modo silencio y la investigación avanza a paso de tortuga, la familia de Adrián enfrenta el vacío inmenso que deja su ausencia. La comunidad entera se ha unido en un solo clamor: justicia, respeto y un país donde la violencia no sea lo normal.