Si eres cubano o conoces a alguien en Cuba, sabes que el pan de la canasta básica no es ningún lujo, sino una necesidad diaria. Pero en Matanzas, este fin de semana ni eso tendrán. El motivo: no hay harina de trigo. Sí, así como lo lees, la escasez ya no es de productos importados o artículos de lujo, ahora es del pan normado. ¿Hasta dónde más puede llegar la crisis?
La propia Empresa Provincial de Alimentos de Matanzas lo soltó en su Facebook: “Debido a la falta de suministro de harina de trigo, continúa la afectación de la producción de pan destinado a la canasta básica y los demás consumos sociales balanceados en toda la provincia de Matanzas para el domingo 1 de junio de 2025”. O sea, el pan que debería estar asegurado, ni va ni viene.
Pero la falta de pan en Matanzas no es un caso aislado. En Artemisa, por ejemplo, ya se venía improvisando con mezclas de boniato, yuca y calabaza para estirar la producción. Literalmente están haciendo pan con viandas. Allá, el pan se entrega en días alternos, y cuando llega, no siempre parece pan.
¿Y en Guantánamo? Peor. Allá solo pueden recibir el pan normado los menores de 13 años y las instituciones sociales. Los adultos tienen que lanzarse al pan liberado, ese que ya es casi un artículo de lujo. Porque sí, los precios están por las nubes: en Cienfuegos, una pieza de pan de 200 gramos cuesta hasta 150 pesos cubanos. ¿Quién puede pagar eso todos los días?
Esto no es nuevo. En Santiago de Cuba, ya en marzo se estaban vendiendo bolas de pan a 50 pesos. El asunto generó molestia, protestas y muchas quejas. Porque mientras el pueblo tiene que enfrentarse al hambre, el mercado informal hace fiesta con la especulación. Y lo peor es que las autoridades no hacen mucho para regular la situación.
La propia Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI) lo confirmó esta semana: en abril, el precio promedio de un pan redondo de 80 gramos llegó a 60 CUP en Santiago de Cuba, el más alto del país. En contraste, en Ciego de Ávila se reportó el precio más bajo: 18 CUP. Esa diferencia tan grande entre provincias demuestra que, además de hambre, hay desigualdad. No todos los cubanos pueden acceder al mismo pan, ni siquiera por el mismo precio.
Entonces, ¿qué nos queda? Un país donde el pan se volvió escaso, caro y, en muchos casos, inalcanzable. Y con cada día que pasa, la pregunta es la misma: ¿hasta cuándo?
