En TikTok se ven bailes, retos y carcajadas… pero también hay pedacitos de vida real que golpean fuerte. Así es el video que compartió Lizzmaria, una madre cubana que con ternura y honestidad mostró cómo comienza un día cualquiera en su hogar: sin agua, sin electricidad y con un niño durmiendo al lado de un pequeño ventilador recargable que una amiga le envió como salvación.
Un café al carbón y una ternura que desarma
En el video, que ya emociona a quien lo ve, Lizzmaria no dramatiza. No grita ni se queja. Habla como quien le cuenta algo a una amiga mientras le sirve un café. Con una calma que desarma, muestra la cocina sin fregar, una lavadora paralizada por falta de agua y su única cafetera, funcionando gracias a un fogón de carbón. “Así es despertarse viviendo en Cuba, mis amores”, dice mientras mide el azúcar con cuidado y cierra la tapa de aluminio con precisión casi ritual.
La rutina que se volvió resistencia
“Como ustedes comprenderán, no hay corriente”, comenta, como quien ya no espera nada distinto. Su relato es tan cotidiano como crudo, porque lo que para muchos sería una situación límite, para ella es simplemente martes. Lo impresionante no es lo que le falta, sino cómo lo cuenta. Porque en cada escena se cuela un mensaje poderoso: la vida sigue, incluso cuando todo parece en contra.
Una historia que representa a miles
Lizzmaria no está sola. Otras mujeres en Cuba comparten realidades similares en redes. Desde fogones de carbón encendidos con plásticos porque no hay gas, hasta niños sin poder dormir por el calor asfixiante. Las cuentas de TikTok como @una.cubana.de.el y @anita.cubanita64 recogen esos pedazos de vida entre el cansancio, el ingenio y una resistencia casi heroica. Una de ellas, entre risas y ojeras, mostraba sus calderos tiznados como si fueran trofeos de batalla.
No es viral, pero sí vital
El video de Lizz no se ha hecho viral, pero su valor va mucho más allá de los likes. Es una postal sincera de una Cuba donde lo básico —la luz, el agua, el gas— se ha vuelto un lujo. Y donde, a pesar de todo, la gente sigue adelante. En cada cucharada de azúcar que ella pone en su café hay algo más profundo: dignidad, ternura, y esa capacidad cubana de seguir, incluso cuando el mundo parece detenido.