Como si no bastara con los apagones eternos y las guaguas que no llegan, ahora la crisis del agua se pone más fea que nunca en La Habana. Esta vez, la chispa la encendió la inestabilidad del sistema eléctrico, que provocó la quema de varios motores de bombeo. El resultado: más de 90 mil habaneros pasando trabajo para conseguir un cubo de agua.
Según informó Canal Habana, las afectaciones están regadas por casi toda la capital. En el sistema Oeste la cosa está tensa, sobre todo en La Lisa y Marianao. En el Centro, los vecinos de Plaza y Cuenca Sur andan que trinan, y en el Sur, zonas como Arroyo Naranjo y Cotorro no ven caer una gota desde hace rato.
Y para echarle más sal a la herida, las pipas no dan abasto ni por asomo. El propio medio oficial reconoció que, por ahora, la distribución alternativa no cubre ni de cerca la demanda. Como quien dice, ni agua por tubería ni agua sobre ruedas.
Motores quemados, manos atadas
Una de las peores noticias viene desde San Miguel del Padrón, donde el motor del impulsor del Diezmero se fundió. Ahora mismo están en los talleres tratando de revivirlo, pero el arreglo podría tardar hasta cuatro días. O sea, cuatro días más de pilas secas, fregaderos vacíos y baños que no se pueden ni mirar.
Y por si el panorama no estaba lo suficientemente complicado, Aguas de La Habana anunció otro apagón hídrico. Este martes, en la madrugada, se hará una parada técnica en la conductora de Ariguanabo, lo que dejará sin agua al municipio Playa por cuestiones de “mantenimiento”. Todo muy oportuno, claro.
Una crisis que salpica a toda la Isla
Pero esto no es solo cosa de la capital. El problema del agua en Cuba ya es nacional, y cada territorio lo padece a su manera. En Matanzas, por ejemplo, el bombeo apenas funciona dos horas al día, y hay lugares donde las pipas aparecen una vez cada 16 días. Así, como lo lees: más de dos semanas esperando un tanque.
Lo más triste del caso es que Matanzas tiene buenas reservas de agua subterránea, pero entre los equipos rotos, los apagones y el abandono, esa abundancia se queda debajo del suelo, mientras la gente arriba se seca.
Ciego de Ávila también está en las últimas, con ciclos de reparto que se han alargado hasta nueve días. Las fuentes principales no dan la talla, los equipos rinden poco y el impacto se nota en todo: producción paralizada, servicios colapsados y una población agotada de tanto esperar por una solución que no llega.
¿Hasta cuándo la sed será parte del día a día?
La situación es crítica. Sin agua no hay vida, no hay higiene, no hay nada, y sin electricidad no hay forma de mover ese recurso vital. La combinación es letal: motores quemados, tuberías secas, pipas escasas y promesas oficiales que se evaporan más rápido que una gota al sol.
En la calle, la gente ya no sabe si ponerle vela a un santo o buscarse un tinajón. Porque lo que debería ser un derecho básico, se ha convertido en una lucha diaria que desgasta el cuerpo y el ánimo.