En medio de la candela que vive Cuba con la escasez de gas licuado, las autoridades del Ministerio del Interior (MININT) desarticularon una banda en Sancti Spíritus que se dedicaba a robar balitas de gas y revenderlas como si fueran oro en polvo.
Según explicó el teniente coronel Rolando Rodríguez Carmenate, jefe del Órgano de Investigación Criminal, cuatro individuos estaban metidos en el lío: dos se encargaban de meterse en casas durante la madrugada, y los otros dos recibían los cilindros, ya fueran vacíos o llenos, para revenderlos en el mercado negro. Todo esto ocurrió entre enero y mayo de este año.
El grupo operaba en zonas residenciales de la ciudad cabecera, aprovechando la oscuridad y la desesperación de la gente que llevaba meses sin gas para cocinar ni un arroz blanco. Usaban teléfonos celulares para burlar la vigilancia policial y mover las balitas sin ser detectados. “Uno de ellos avisaba por dónde estaban las patrullas y el otro desviaba la ruta”, contó el mayor Maikel Pérez Reyes, asesor jurídico del MININT.
El cabecilla del grupo confesó al menos 25 robos, todos en viviendas de Sancti Spíritus. Las balitas vacías se las vendía a los receptadores por 15,000 pesos, y las llenas, a 30,000. Y como si eso fuera poco, estos últimos le sacaban aún más jugo revendiendo con una ganancia de entre 15,000 y 20,000 pesos por unidad.
La policía llegó hasta ellos gracias a las denuncias anónimas de los vecinos, quienes llevaban tiempo alarmados por los constantes robos. La investigación permitió ubicar los lugares más afectados: barrios como Rancho Hatuey, Olivos, Garaita, Sobral y otros cercanos a la Terminal Provincial.
Durante el operativo se recuperaron varias balitas, aunque no se dijo cuántas exactamente. Las autoridades prometieron que serán devueltas a sus dueños a través de la Oficina del Gas. Mientras tanto, los implicados están tras las rejas y enfrentan cargos por robo con fuerza y hurto en viviendas. Ya el MININT pidió prisión provisional mientras se investiga si hay más gente metida en este negocio sucio.
Este caso ha destapado la olla de presión que vive el país con el tema del gas licuado. La crisis ha sido tan grande que en algunos lugares, como Sancti Spíritus, la distribución estuvo paralizada por casi dos meses. Y no es porque falte gas en el mundo, sino porque el gobierno cubano no tiene cómo pagarlo.
En Santiago de Cuba, por ejemplo, un barco cargado con 1,300 toneladas de GLP estuvo cuatro meses anclado sin descargar porque el Estado no tenía el billete para saldar la cuenta. La situación es tan crítica que muchas familias han tenido que volver al carbón o a la leña, justo cuando los apagones también aprietan sin piedad.
A finales de mayo, el tan esperado barco atracó finalmente en la Refinería Hermanos Díaz y comenzó la descarga para abastecer a los hogares del oriente. Pero eso apenas alivia la crisis nacional. En Villa Clara, por ejemplo, la planta de procesamiento tuvo que cerrar momentáneamente por falta de materia prima, y sólo pudieron atender a servicios esenciales.
Ya en junio, la cosa sigue fea. En la Isla de la Juventud, el gas licuado se está racionando a niveles extremos: sólo se distribuye a personas encamadas y pacientes que necesitan hemodiálisis. El resto del pueblo, como siempre, que invente.