La tensión entre La Habana y Washington volvió a subir de tono, y esta vez el blanco fue Mike Hammer, el Encargado de Negocios de Estados Unidos en Cuba. Desde el régimen no se anduvieron con rodeos y lo acusaron de andar metido donde no debe, de “mentir descaradamente” y de violar la Convención de Viena, esa que regula cómo deben comportarse los diplomáticos en tierra ajena.
Quien salió al ruedo fue Johana Tablada de la Torre, una de las voces más sonoras del Ministerio de Relaciones Exteriores (MINREX). En un tono bastante encendido, dejó caer una advertencia con filo: “Que nadie se equivoque pensando que la paciencia de Cuba es debilidad”. La frase salió en un video de Prensa Latina que, curiosamente, fue editado después. Parece que alguien en la oficina pensó que esa parte podía causar un temblor más fuerte del que querían.
En ese fragmento desaparecido, Tablada fue directa al hueso: acusó a Hammer de estar reuniéndose con personas a quienes —según ella— Estados Unidos les mete billete para crear lío dentro del país. “Eso no es diplomacia, eso es actuar como verdugo”, soltó sin pelos en la lengua.
La funcionaria dejó claro que en Cuba hay reglas para los diplomáticos y que no se puede andar por ahí reuniéndose con cualquiera como si esto fuera una feria. Y en lo que no van a aflojar ni un gramo, según dijo, es en defender “la revolución, el socialismo y la soberanía”. Es decir, lo que para ellos es sagrado.
En medio de todo este embrollo, la narrativa oficialista volvió a sacar la vieja carta de que Estados Unidos quiere vender la idea de que Cuba es una amenaza. Tablada aseguró que Hammer no solo trae una agenda de “injerencia”, sino que viene con una intención clara de agitar las aguas, según ella, para alimentar una campaña desestabilizadora desde dentro.
Lo que parece haber puesto más nervioso al gobierno cubano es la estrategia de “diplomacia abierta” que Hammer ha estado practicando desde que aterrizó en la isla. Ha tenido encuentros con activistas, opositores y representantes de la sociedad civil independiente, lo cual no ha caído bien entre los jerarcas del Palacio de la Revolución.
Desde la narrativa del MINREX, esas acciones van en contra del orden constitucional cubano, y por eso mismo dicen que el diplomático no puede andar reuniéndose con quien le dé la gana. Tablada incluso lo acusó de mentir a propósito, sobre todo después de unas declaraciones que dio en Miami, donde dijo que “la revolución fracasó” y que los propios cubanos culpan al régimen por la crisis que viven.
Washington, como era de esperar, salió en defensa de su enviado. El Departamento de Estado fue claro: “Apoyar al pueblo cubano no es ningún delito”, dijo una portavoz. Desde Estados Unidos insisten en que la labor de Hammer es completamente legítima y amparada por el derecho internacional.
A finales de mayo, el MINREX citó formalmente a Hammer para entregarle una Nota Verbal de protesta. Lo acusaron de incitar a los cubanos a cometer delitos graves y de intentar desestabilizar el sistema desde dentro. La reunión fue liderada por Alejandro García del Toro, quien no se anduvo con medias tintas y tachó la conducta del diplomático de irrespetuosa e intervencionista.
Y por si fuera poco, las autoridades cubanas también se molestaron por la visita de Hammer al cementerio donde descansan los restos de José Martí. Según el régimen, las palabras que dijo allí sonaron como una falta de respeto y una manipulación del legado de Martí, al que consideran el símbolo máximo del pensamiento antimperialista.
Mientras el régimen sube el volumen de sus ataques, Hammer sigue con su rutina en la isla. El diplomático parece tener clara su misión: acercarse al pueblo cubano, escuchar sus preocupaciones y apoyar desde abajo. A pesar del fuego cruzado, no ha dado señales de que vaya a frenar su ritmo.
Y es que más allá de las declaraciones y los encontronazos, lo que está en juego aquí es un pulso de fondo: uno entre la Cuba oficialista que se aferra a sus principios de hierro y una presencia extranjera que busca abrir espacios de diálogo, aunque eso moleste a los que no quieren testigos incómodos dentro de casa.
