La emblemática franja del Malecón habanero, ese muro que ha sido testigo de amores, ciclones y tertulias nocturnas, ahora entra en otra etapa: una licitación pública que busca atraer propuestas de emprendimiento privado en espacios estatales. Pero, como todo en Cuba hoy por hoy, la noticia ha generado más cejas levantadas que manos alzadas.
La convocatoria viene de la Empresa de Gestión del Patrimonio S.A., bajo el paraguas de la Oficina del Historiador, que ha puesto sobre la mesa varios puntos estratégicos del Malecón para ser arrendados con fines gastronómicos, comerciales, culturales y recreativos. Según los organizadores, se trata de una «oportunidad única», aunque la mayoría de los cubanos no la ven con tanto entusiasmo, sino con la típica mezcla de escepticismo y sarcasmo caribeño.
Los espacios en juego
Los locales disponibles se encuentran en zonas clave del litoral habanero, como Malecón y Crespo, Perseverancia, Escobar y Genios. También se ofrece un stand en la planta alta de los Antiguos Almacenes de San José, ideal —dicen— para ventas de artesanía o iniciativas dentro del marco del trabajo por cuenta propia.
La convocatoria resalta que se priorizarán proyectos innovadores, inclusivos y sostenibles, con enfoque comunitario y ecológico. Todo eso suena muy bonito, pero en las redes sociales los comentarios no tardaron en pinchar el globo.
Desconfianza y memoria colectiva
“¿Van a seguir permitiendo los horrores urbanos de lugares como La Abadía y Café Neruda? ¡Orden, por favor!”, soltó Yesmin Cerpa, recordando casos pasados de negocios polémicos. Por su parte, Lennon Fernández no se anduvo con rodeos: “Invertir hasta que les dé la gana de botarte y perder tu dinero”, comentó, dejando claro el temor más frecuente: la falta de garantías reales.
Otros fueron más sarcásticos. “Eso debe ser kioskos flotantes y antiderrumbes”, ironizó Eric Piedra, haciendo referencia a la precariedad de muchas estructuras del Malecón y el riesgo que implica invertir en una zona tan vulnerable al clima. En otro comentario, Piedra remató con una crítica punzante: “Eso es un buen chiste para los emprendedores, quieren que reconstruyan el Malecón porque ellos ya se cansaron de desviar los fondos”.
La sombra de GAESA y el cambio de rumbo
Para quienes conocen cómo ha cambiado el panorama de la rehabilitación urbana en La Habana Vieja, esta licitación no sorprende. La Oficina del Historiador perdió buena parte de su autonomía financiera cuando el manejo de los ingresos turísticos fue absorbido por GAESA, el poderoso conglomerado militar que controla gran parte de la economía cubana. Desde entonces, el Plan Maestro de rehabilitación del Centro Histórico pasó de ser un proyecto con visión social a un modelo cada vez más dirigido por la lógica del negocio.
El arquitecto cubano Universo García Lorenzo lo resumió sin rodeos: “Cambiaron las prioridades y los ingresos del turismo tomaron otros rumbos”.
Licitaciones como plan de escape
Esta movida no es la primera ni será la última. En Santiago de Cuba, la EGREM ya abrió la puerta a la gestión privada de locales comerciales. Incluso el aeropuerto internacional Antonio Maceo se sumó al juego, licitando sus espacios gastronómicos con la esperanza de mejorar los servicios para los clientes.
En 2022, el gobierno anunció que por primera vez pondría en licitación 300 establecimientos estatales de gastronomía. La propia ministra de Comercio Interior, Betsy Díaz Velázquez, reconoció que el Estado no puede con todo y que hay que dar paso a otras formas de gestión.
¿Iniciativa o desesperación?
Para muchos, esta licitación en pleno Malecón no es tanto una invitación al emprendimiento como una jugada de último recurso frente al descalabro del comercio estatal. La falta de claridad en cuanto a las regulaciones, los derechos legales de los arrendatarios y la seguridad estructural de los espacios deja a los interesados navegando a ciegas.
“¿Podremos diseñar los kioscos los propios emprendedores?”, preguntó en Facebook René Castellanos, dejando en el aire una de las preguntas clave que aún no tiene respuesta clara.
Con fecha límite hasta el 30 de junio, la convocatoria sigue abierta. Pero, entre el deterioro de la costa, la desconfianza en la gestión estatal y la falta de transparencia, esta “oportunidad única” suena más a sobrevivencia disfrazada de desarrollo. Porque en Cuba, hasta emprender se ha vuelto un acto de fe.