El Ministerio de Relaciones Exteriores (MINREX) de Cuba insiste en que sigue respetando los acuerdos migratorios con Estados Unidos, a pesar del mal ambiente que reina entre ambos gobiernos. De paso, acusa a la Casa Blanca de andar buscando camorra y provocar tensión militar en la región.
Johana Tablada, la subdirectora para asuntos de Estados Unidos del MINREX, no se cortó un pelo en señalar a la administración Trump como la responsable de empujar a Cuba hacia una “confrontación militar”. Según ella, todo es parte de un show para reforzar la idea del asedio imperial y tapar los líos internos que cada vez huelen más fuerte.
Cuba se autoproclama “el adulto en la sala”, con Tablada diciendo que la Isla está en plan de diálogo y entendimiento. Pero la realidad que omite la funcionaria es bien distinta: una crisis económica que aplasta a la gente, con la inflación por las nubes, salarios que no dan ni para comprar el pan, servicios públicos en ruinas y represión a la orden del día. Con este panorama, no es raro que muchos vean la migración como la única vía para salir adelante.
Tablada también soltó que Washington ha cerrado la puerta a las propuestas de diálogo que La Habana ha puesto sobre la mesa y que suspendió las conversaciones migratorias. Aseguró que Cuba sigue aceptando vuelos con ciudadanos deportados —ya van cinco desde enero— y hasta ha dado el visto bueno para que los cazahuracanes estadounidenses sobrevolen la Isla.
Pero mientras el discurso oficial repite la misma canción de “queremos diálogo”, sigue apuntando a Washington como el culpable de todos los males: de la crisis económica, de la migración y de la falta de recursos. Tablada incluso advirtió que el éxodo de cubanos podría volver a dispararse si persisten las sanciones contra las “misiones médicas” —esas que el gobierno usa como fuente de dólares, a pesar de las denuncias internacionales por explotación y chantaje.
El régimen cubano asegura que respeta los acuerdos migratorios de 1984 y que está listo para conversar “de todos los temas, incluso de derechos humanos”. Pero en la práctica, no hay señales de querer abrir el espacio a la crítica interna o acabar con la represión.
En vez de reconocer su responsabilidad en el éxodo masivo —el mayor desde 1959—, el gobierno sigue con la táctica de culpar a Estados Unidos y avisar que, si no le dan concesiones económicas o diplomáticas, la región entera se puede venir abajo.
El discurso de La Habana es pura fachada para la comunidad internacional. Se venden como los “sensatos” frente a un Estados Unidos agresivo, pero esconden que el verdadero problema es el desastre interno: la economía hecha leña, la represión contra quien alce la voz y la falta de libertades básicas.
Recientemente, no dudaron en llamar “injerencista” al diplomático Mike Hammer solo porque se reunió con madres de presos políticos y periodistas que se juegan la vida en la Isla.
El régimen repite la vieja cantaleta del asedio imperial para tapar sus propias culpas. Mientras pide diálogo, silencia la disidencia. Mientras exige respeto, persigue a quien protesta. Y mientras promete cumplir acuerdos migratorios, usa el éxodo como arma política para chantajear.
Así anda el panorama: Cuba hablando de paz y diálogo, pero con la bota bien plantada sobre quien se atreva a pensar diferente.