Cuando uno se va de Cuba, muchas veces cree que deja atrás la represión, el miedo, la vigilancia constante. Pero no siempre es así. Armando Campuzano, periodista deportivo con décadas de trayectoria en la televisión cubana y ahora exiliado en Canadá, lo está viviendo en carne propia. Este fin de semana denunció una amenaza telefónica que involucraba directamente a sus hijos. Y no dudó en responsabilizar al régimen cubano por cualquier cosa que les ocurra.
En un video compartido por la cuenta de X de Swing Completo, Campuzano lanza un mensaje firme y angustiado: “Yo, Armando Campuzano, acuso a la dictadura cubana si algo le pasa a mis hijos, a cualquiera de los cuatro”. Se le nota la rabia, pero también el miedo de un padre que ya no solo se juega su voz, sino la seguridad de los suyos.
La llamada que recibió, según explicó, provenía de un número con identificación de Tennessee, en EE.UU. Primero hablaron en inglés, pero luego cambiaron a un español mal disimulado, como si intentaran ocultar su acento o su identidad. Lo que vino después fue escalofriante: le dijeron que sabían que tenía cuatro hijos y que conocían dónde estaban. “No tenías que haber hecho lo que hiciste”, fue parte del mensaje.
¿Y qué fue lo que “hizo”? Publicar un libro. Uno que molesta: Cuba, el Titanic del Caribe. En él, Campuzano repasa 60 años de represión y desastre político en la isla. Lo sabía desde el principio: alzar la voz tiene precio. Pero lo que jamás imaginó es que irían tras sus hijos. “A mí que me ataquen, eso lo tenía claro. Pero ya esto… ya esto me saca de mis casillas”, confesó.
Por eso pidió ayuda. No para que lo defiendan físicamente, sino para que su denuncia no quede silenciada. “La dictadura tiene tentáculos largos (…) ¡Cójanla conmigo, cojones, no con mis hijos, coño!”, soltó, en un grito que es tan cubano como desesperado.
Su historia no es nueva. Desde hace años, ha hablado sobre la censura y la vigilancia que sufrió mientras trabajaba en los medios estatales. En 2015, por ejemplo, fue excluido de los Juegos Panamericanos de Toronto, aunque tenía visa. Se fue por su cuenta y una cámara lo captó en un partido Cuba-EE.UU. ¿Resultado? Le dieron menos trabajo y lo bajaron de todos los viajes. “Me defendí como gato bocarriba, pero ya estaba marcado”, dijo en entrevista.
Ahora vive en Quebec. No es comentarista de televisión, no está en estadios. Trabaja como repartidor y escribe. Pero no ha dejado de denunciar la represión, la manipulación y la hipocresía del sistema. Y aunque está lejos, la amenaza le dejó claro que aún lo quieren silenciar.
El caso de Campuzano no es solo una historia personal. Es el reflejo de un régimen que no perdona ni olvida, ni siquiera a kilómetros de distancia. Y que, cuando no puede callarte a ti, intenta hacerlo a través de lo más valioso que tienes: tus hijos.