En TikTok, donde a veces abundan los filtros y los bailes, apareció una verdad cruda y poderosa que puso a medio mundo a reflexionar. La usuaria cubana @dillianissollet rompió el silencio con un mensaje que llegó directo al corazón: “Dios bendiga a todas las madres que tuvimos los ovarios de dejar a nuestros hijos y salir a luchar por un futuro mejor para ellos”.
Así, sin adornos, con lágrimas en los ojos y una voz temblorosa pero firme, esta madre lanzó al aire una realidad que muchos no quieren ver: la de esas mujeres que se montaron en un avión o cruzaron fronteras con el alma rota, dejando atrás lo más valioso de sus vidas… sus hijos.
En su video, Dillianis no busca lástima ni quiere justificar nada. Lo que hace es levantar la voz por todas esas madres que son criticadas sin entender el infierno que enfrentaron al tomar esa decisión. “Deberían sentir empatía con las personas que, como yo, tuvimos que arrancar y dejar a nuestros hijos detrás para buscar un mejor futuro con el corazón partido a la mitad”, dice, y es imposible no sentir el nudo en la garganta.
Porque sí, es muy fácil juzgar desde la comodidad, con la nevera llena y los hijos durmiendo tranquilos. Pero en Cuba, muchas madres miran a sus pequeños y no ven un futuro, sino escasez, desesperanza y hambre. Y entonces hacen lo impensable: se van. No porque no los amen, sino porque los aman demasiado como para resignarse.
La publicación de Dillianis se volvió viral en cuestión de horas. Miles de madres, dentro y fuera de Cuba, comenzaron a contar sus historias también. Historias de noches sin dormir, de llamadas llorando, de cumpleaños perdidos, pero también de fuerza, de trabajo incansable, de envío de medicinas, de esperanza.
El video no solo abrió un debate, sino que también fue un desahogo colectivo para muchas mujeres que habían cargado en silencio con una culpa injusta. Porque al final, el amor de una madre no se mide por la cercanía física, sino por los sacrificios que hace para que sus hijos vivan mejor.
Este testimonio es un grito de dignidad y un llamado a la empatía. A dejar de señalar y empezar a entender. Porque detrás de cada madre migrante, hay una historia de amor puro, de dolor callado y de una valentía que no se ve todos los días.