En medio del torbellino de protestas que ha provocado el tarifazo de ETECSA, el presidente nacional de la FEU, Ricardo Rodríguez González, decidió subirse al tren del oficialismo sin pensarlo dos veces. Lejos de ponerse del lado de los estudiantes, eligió repetir el libreto del régimen, justificando los precios astronómicos como una necesidad “por la compleja situación del país”.
En una publicación que soltó justo después de que Díaz-Canel hablara en su podcast Desde la Presidencia, Rodríguez aplaudió el discurso del mandatario, afirmando que “se habló claro, se reconocieron errores y se explicó por qué era necesario implementar la medida”. Pero sus palabras, lejos de calmar las aguas, fueron vistas como una bofetada a los universitarios que llevan días alzando la voz contra el abuso.
“Esto no es representación, esto es sumisión”, comentaban en redes sociales, donde el descontento estudiantil crece como espuma. Y es que mientras miles de jóvenes reclaman su derecho a una conexión digna, sin que les cueste un ojo de la cara, su supuesto líder estudiantil parece estar más ocupado en repetir lo que le dictan desde arriba.
Un post que lo dice todo
En su mensaje, Rodríguez no solo se alineó con Díaz-Canel, sino que también defendió la legitimidad del diálogo entre estudiantes y autoridades. Dijo que “los universitarios son escuchados y no se dejarán manipular por los enemigos de la Revolución”. Como si las quejas legítimas de quienes no pueden pagar un paquete de datos fueran parte de un plan enemigo para tumbar el sistema.
Propuso, eso sí, formar un grupito de estudiantes con técnicos de ETECSA para “buscar soluciones”. Pero evitó mencionar las demandas reales que se están gritando en las aulas y pasillos: eliminar el tope de recargas, revertir las tarifas abusivas, y respetar la voz del estudiantado.
Silencio sobre lo que de verdad duele
Lo que más molesta es que Rodríguez ignora las raíces del problema. El tarifazo de ETECSA llega en un momento en que la economía cubana está por el piso, y los jóvenes son de los más golpeados. Sus declaraciones evaden la falta de transparencia, la falta de consulta y la desconexión entre los dirigentes y la vida real.
Y mientras los estudiantes tratan de alzar su voz sin miedo, Rodríguez se dedica a desacreditar las protestas, tachándolas de manipuladas por fuerzas extranjeras. Una jugada vieja, gastada y desesperada, que ya no convence ni al más ingenuo.
Estudiantes responden con firmeza
La respuesta no se hizo esperar. Desde la Facultad de Filosofía, Historia, Sociología y Trabajo Social de la Universidad de La Habana lanzaron un comunicado pidiendo su renuncia inmediata. Lo acusan de tener una actitud sumisa, poco crítica y de no representar en lo absoluto a quienes dice defender.
La indignación también se respira en redes, donde los estudiantes exigen transparencia, respeto y cambios reales, no discursos reciclados. Cuestionan cómo se aprobaron esas tarifas sin consultar a nadie, y por qué sus representantes no hicieron nada para evitarlo.
Mientras tanto, en el podcast presidencial, Díaz-Canel insistía en culpar a “campañas mediáticas pagadas” de todo el revuelo. Según él, las protestas tienen motivaciones políticas y vienen desde fuera. Pero esa narrativa solo ha echado más leña al fuego, dejando claro que el poder sigue sin asumir responsabilidades.
¿Representante o vocero del poder?
La actitud de Rodríguez González deja claro el rol que juega la FEU hoy: no como una organización estudiantil autónoma, sino como una pieza más del engranaje oficialista. Aquella FEU que antes agitaba la sociedad civil, hoy apenas sirve para repetir lo que le dictan desde arriba.
En vez de ser un puente entre el estudiantado y el gobierno, Rodríguez se ha convertido en un altavoz del régimen, usando los mismos argumentos de siempre para desmovilizar y desacreditar el descontento.
Y lo más preocupante es que su declaración no busca soluciones reales, sino apagar fuegos sin mojarse, desviar la atención y silenciar a quienes piden cambios urgentes.
Una crisis que va más allá del internet
La adhesión de la FEU al discurso oficial agudiza la crisis de representación que vive la organización. Mientras los jóvenes reclaman más participación, más democracia y menos abuso, sus dirigentes se esconden detrás de un discurso oxidado, con miedo a romper el molde.
La crisis de ETECSA es solo la punta del iceberg. Lo que está en juego aquí es mucho más profundo: la necesidad de un liderazgo estudiantil real, valiente, que defienda al pueblo y no al poder.
