Un anuncio en Facebook de Israel Galán, carpintero en el Cerro y Centro Habana, sacó a flote una realidad que hiere: ofrece “cajas de muerto a medida”, cobradas desde 20 000 CUP hasta 500 USD por un modelo personalizado. Ese pequeño comercio es apenas la punta del iceberg de una crisis que golpea hasta el último respiro.
Israel explica que si quieres una caja personalizada para un ser querido, debes hacer pedido con anticipación, pagando hasta 500 dólares según el tamaño y la madera, o conformarte con la estándar estatal por 10 000 pesos. Aunque muchos comentaron que nada impide vender féretros, fue el precio —y la urgencia— lo que sacudió.
“En el mundo venden féretros, no le veo de malo; lo grave es que los del Estado dan pena total”, criticó “Luis”, uno de los internautas. “Me entierran en un nylon si total después me cogen para prenda de palo”, bromeó “María”. Otro —llamémosle “Pedro”— agregó: “Por favor que me pongan el logo de ETECSA en la caja, pa’ llevarlo en mi corazón”. Todos coinciden en algo: la gente extraña la dignidad que otrora se daba por sentada.
Coffin crisis: la escasez alcanza el último viaje
La crisis funeraria no es un invento local. En Santiago de Cuba, apenas hay dos furgones funerarios operativos para una población de un millón, por lo que usan coches particulares o camiones como vehículos improvisados Y esa no es la excepción. En Pinar del Río, familias cargan los féretros a pulso y los trasladan hasta el cementerio debido a la falta de transporte funeral.
En Manzanillo, el coche fúnebre llegó más de una hora tarde y los últimos restos tuvieron que subir a un camión de carga improvisado En Santiago, las escenas se volvieron tristemente comunes: camiones de volteo, triciclos o carretillas improvisadas se convirtieron en “ambulancias” para los muertos . Ciego de Ávila ofrece otra muestra: solo 8 funerarias de 19 trabajan, con ataúdes de mala calidad y sin personal suficiente —hasta internos hacen el trabajo.
El problema es sistémico: no hay gas, las unidades están quebradas, y los materiales como madera, cemento o flores —necesarios para el entierro digno— brillan por su ausencia. En Artemisa, la escasez de cemento ha impedido que se sellen tumbas básicas . Lo que debería ser un proceso de despedida respetuoso se transforma en una odisea terrible para las familias.
La indignación en redes: “los muertos no se salvan de la miseria”
En redes sociales no faltaron quienes expresaron su indignación. En Reddit, una residente de Imías, Guantánamo, relató el dramático caso de un niño que “lo bajaron casi dos kilómetros en una hamaca” por no disponer de transporte funerario. Y otro testimonio enlaza el colmo: féretros montados en ómnibus públicos, sin que nadie se inmute. Los cuerpos se trasladan como equipaje, un recordatorio de lo fragilísimo que es el derecho a ser enterrado con dignidad.
Una usuaria internacional lo resumió así: “Cuba está a unos pasos del colapso… el pueblo lucha desde que nace hasta que muere”.
Un dolor colectivo: la última señal de cuánto se derrumbó
Israel Galán, ofreciendo féretros privados a 500 USD, solo visibiliza una de las tantas grietas del sistema funerario. Cada camión improvisado, cada ataúd de madera común barato, y cada familia que sufre para enterrar a un ser querido, ponen en evidencia lo profunda que está la crisis.
Esta no es solo la escasez de bienes materiales. Es la erosión de la dignidad humana en el último viaje. El Estado, que promueve el funeral “gratuito” por decreto, es incapaz de asegurar ni el básico derecho al entierro digno. Y mientras los carpinteros cobran fortunas por servicios mínimos, otros cargan cajones a pulso por las calles, en plena indiferencia oficial.
En Cuba hoy, la muerte tampoco está a salvo de la crisis. Y eso duele en lo más hondo.