No todos los días una influencer logra tocar el alma de miles con solo unas palabras. Pero Amanda Camaraza lo hizo. En uno de sus videos más íntimos y conmovedores, la joven cubana le habla con ternura a su bebé recién nacido sobre Cuba, usando una metáfora tan hermosa como desgarradora. El resultado: un mar de emociones, lágrimas y un mensaje que ha hecho eco en el corazón de toda la diáspora cubana.
Sentada, con su pequeño en brazos, Amanda empieza con una pregunta que parece sencilla, pero encierra un mundo de nostalgia: “A ver, mi amor, ¿cómo te explico para que lo entiendas?”. Y entonces lo suelta: compara a Cuba con un jardín lleno de flores coloridas, felices, vibrantes… hasta que llegaron “unos hombres malos, malos, malos” y comenzaron a arrancar, aplastar y destruir cada flor.
La metáfora, más que bella, es un grito silencioso. Es una forma de explicar lo que muchos emigrados sienten, sin caer en discursos políticos ni en frialdad. Ella lo hace desde el amor, desde la tristeza de quien sabe que su tierra duele, aunque la vea desde lejos.
Amanda sigue contando cómo esas flores, símbolo de los cubanos, se marchitaron. Y al verse sin esperanza, decidieron buscar otros jardines. Se fueron dejando atrás amigas, familias, su vida… Pero aun floreciendo en otras tierras, ninguna flor olvida de dónde vino. Y todas esperan un día volver a ver aquel jardín renacer.
“Mi hijo nació en este maravilloso país”, dice Amanda con la voz entrecortada, refiriéndose a Estados Unidos. “Pero si de algo me voy a encargar en esta vida, es de que siempre se sienta orgulloso de sus raíces. ¡Viva Cuba libre!”. Así, entre lágrimas, cierra el video que ya ha tocado a miles de cubanos regados por el mundo.
El video no tardó en hacerse viral. Y es que en una sola grabación, Amanda resumió el sentimiento colectivo de toda una generación que creció en una isla llena de promesas rotas, pero que aún sueña con verla florecer. Porque hablarle a un hijo de Cuba no es solo recordar: es sembrar la esperanza.
Amanda no solo le habló a su bebé. Le habló a todos los cubanos que sueñan con regresar, aunque sea con el alma, a ese jardín que algún día volverá a tener flores de colores. Y lo hizo como solo una madre puede hacerlo: con amor, con orgullo y con el corazón en la mano.