Las calles de San Antonio de los Baños, ese lugar que quedó grabado en la memoria de Cuba como el punto de partida del 11J, vuelven a ser escenario de una señal de rebeldía. Esta vez, no fue una multitud la que se lanzó al sol con gritos, sino una frase potente, directa, escrita en letras grandes: “Abajo la dictadura”. Apareció pintada en los muros del estadio de béisbol del municipio, probablemente durante la madrugada del domingo. Y aunque solo fueron unas pocas palabras, retumbaron como si todo el pueblo hubiera vuelto a marchar.
Fue el activista Marcel Valdés quien compartió las imágenes en Facebook. Junto a ellas, escribió algo que resume el sentir de muchos: “Ya el pueblo no aguanta más. Desobediencia civil. Si nadie obedece, nadie manda”. Un mensaje cargado de esa mezcla de frustración y esperanza que hoy atraviesa a miles de cubanos.
Este gesto no es poca cosa. San Antonio fue el epicentro del estallido del 11 de julio de 2021, y que ahora resurja un acto de desafío en ese mismo sitio tiene un peso simbólico tremendo. Es como si la chispa que encendió la isla hace tres años se reactivara, silenciosa, pero igual de ardiente.
Y lo curioso —o tal vez no tanto— es que este suceso llega justo cuando las universidades también están encendidas, con estudiantes protestando por el aumento de tarifas de ETECSA, que les ha complicado el acceso al internet, su herramienta más vital para estudiar, organizarse y, claro, expresar lo que sienten.
En una Cuba donde la escasez, la vigilancia y el miedo son parte del día a día, escribir en una pared puede ser tan subversivo como una marcha. Y cuando esas letras dicen “Abajo la dictadura”, el mensaje va mucho más allá de la pintura: es una declaración abierta de resistencia, una muestra de que el malestar no ha muerto.
Cada mural, cada palabra grafiteada en un muro cualquiera, es una manera de decir “aquí seguimos”, en un país donde la gente está harta de que les prometan el cielo mientras la realidad no deja de apretar.
«No hay chivatos para tanta gente», remató Valdés en su publicación. Una frase que ha comenzado a repetirse como eco en las redes, en los barrios y hasta en los susurros de las esquinas.
El periodista cubano José Raúl Gallego, desde el exilio, también reaccionó. Recordó la importancia del lugar donde apareció el cartel: “Así decoraron anoche los muros del estadio de pelota de San Antonio de los Baños, el pueblo donde comenzó el 11J. No son solo los universitarios, hay mucha gente en Cuba haciendo cosas”. Y lo dejó clarito: “Que sean muchas balas, desde muchos lugares, pero todas hacia el mismo blanco. Así les ganamos. Es el momento. Cada acción cuenta”.
Aunque a veces parezca que no pasa nada, las paredes de Cuba siguen hablando, en La Habana, en Manzanillo, en Santiago. En cada ciudad hay huellas de descontento que brotan en forma de consignas: “Patria y Vida”, “Abajo el comunismo”, o simplemente ese grito que muchos repiten bajito pero que cada vez se escucha más alto: “Basta ya”.
Hace unos meses, un cartel crítico apareció en plena fachada de un edificio en Santiago de Cuba, y en menos de nada, el área estaba tomada por la policía. La represión no se hizo esperar, pero el mensaje ya había salido. Porque el descontento no se limita a las marchas ni a las redes: ahora también se cuela por las paredes, por los balcones, por los portales, en cada rincón donde alguien se atreve a decir lo que muchos callan.
La lucha no se ha ido. Solo ha cambiado de forma.
Y cada palabra pintada es prueba de que, aunque silenciosa, la desobediencia civil sigue viva, creciendo entre adoquines, bajo la sombra de los edificios, o en el corazón de un estadio de pelota, donde una vez más, Cuba alzó la voz.
