Para Lianet Llanes, madre cubana que vive en Estados Unidos desde hace tres años, la noticia cayó como una cubeta de agua sucia en plena cara. Justo cuando creía estar a las puertas del tan ansiado reencuentro con su hija de 10 años, una nueva orden presidencial firmada por Donald Trump volvió a apagarle la luz al final del túnel.
Desde este lunes, una proclamación ejecutiva restringe las visas para cubanos, incluyendo las de reunificación familiar impulsadas por residentes permanentes. Un frenazo seco al proceso que ya estaba casi completo para Lianet, a quien solo le faltaba la entrevista consular. “Desde que le dijimos a la niña que algo andaba mal, no quiere ni hablar. Se le fueron las ganas de estudiar inglés, de jugar…”, cuenta con dolor.
Una puerta que se cierra sin previo aviso
Esta nueva medida, parte de un paquete de restricciones migratorias firmado el pasado 4 de junio, vuelve a colocar a los cubanos en la mira. Aunque el bloqueo no es total, sí deja fuera a quienes más lo necesitan: familias separadas por años que han seguido cada paso del proceso con paciencia y esperanza.
Las visas de turismo, negocios, estudios y reunificación con residentes legales quedan suspendidas, sin que el gobierno especifique cuándo podrían reanudarse. Aunque no se trata de una cancelación oficial, muchos casos quedan atrapados en una especie de limbo legal donde los relojes se detienen, pero los sueños no.
Entre líneas y zonas grises
El abogado de inmigración Willy Allen lo explicó bien claro: aunque los trámites no han sido eliminados del todo, las reclamaciones de familiares hechas por residentes permanentes quedan varadas, flotando en una zona de incertidumbre donde todo se retrasa sin explicación.
Y aunque hay excepciones para cónyuges, hijos menores y padres de ciudadanos estadounidenses, los hijos mayores de 21 años, los hermanos y los hijos casados quedan fuera del juego. Otra vez.
Según declaraciones del Departamento de Estado, las visas emitidas antes del 9 de junio seguirán siendo válidas. Pero eso no significa que quien la tenga podrá entrar sin problemas. La decisión final queda en manos del Departamento de Seguridad Nacional, que puede autorizar o negar el acceso en la frontera.
Un déjà vu migratorio con sabor amargo
Los argumentos oficiales detrás de esta decisión apuntan a que Cuba “no coopera” con las repatriaciones ni en temas de seguridad consular. También se alega su estatus como “país patrocinador del terrorismo”. Pero para quienes tienen sus vidas en pausa por años, estas razones suenan lejanas, ajenas… e injustas.
El abogado Armando Olmedo advierte que incluso las personas con visas aprobadas podrían encontrar trabas si, por ejemplo, han tenido vínculos con entidades del gobierno cubano o están afiliadas a partidos políticos. Y lo peor: ni siquiera se necesita una prueba concreta para ser rechazado.
Esto ha encendido las alarmas entre los medios y expertos. Varios han coincidido en que este es el mayor golpe a la migración legal cubana en más de cuatro décadas. Y como si fuera poco, la proclamación también podría poner en riesgo el acuerdo bilateral para emitir al menos 20 mil visas anuales, una meta que ya venía cuesta arriba desde hace años.
Una madre cubana, miles de historias
El caso de Milena Gómez lo resume todo. Su esposo presentó la reclamación para traer a su hija de cuatro años hace un año y medio. Todo iba viento en popa… hasta que llegó esta orden. “Esperábamos que ya estuviera con nosotros el próximo año. Ahora, no sabemos qué va a pasar”, dijo, con la voz rota al noticiero de Univision.
Y es que no se trata de papeles ni de números. Estamos hablando de abrazos postergados, juegos que no se comparten, palabras que no se oyen. Son familias divididas por decisiones políticas tomadas a miles de kilómetros de distancia, sin tener en cuenta las consecuencias humanas.
Un derecho convertido en privilegio
Lianet, como muchas otras madres cubanas, no pierde la esperanza. Planea hacerse ciudadana en dos años para poder reclamar nuevamente a su hija. Pero el dolor es evidente: “Son dos años más que mi hija va a crecer sin mí, y eso no me lo devuelve nadie”.
Con esta nueva proclamación, el sueño americano se hace cada vez más inaccesible para los cubanos, sobre todo para aquellos que ya habían cumplido con todos los requisitos legales. La incertidumbre reina, y los consulados podrían adoptar posturas aún más rígidas a la hora de procesar solicitudes.
Ni siquiera las visas vigentes son garantía de entrada. Natalia Molano, portavoz del Departamento de Estado, dejó claro que la admisión a Estados Unidos “nunca está garantizada al 100%”, incluso si todo está en regla. Y sobre los casos humanitarios, dijo sin titubear: “No hay excepciones”.
¿Y mientras tanto?
Los residentes permanentes cubanos que regresen a Estados Unidos podrían enfrentar interrogatorios más severos en los puertos de entrada. El ambiente es tenso, y la sensación es que cualquier paso en falso puede costar años de espera.
Y como si no fuera suficiente drama, Trump también anunció su intención de construir un lujoso salón de baile en la Casa Blanca, porque —según él— eso es algo que los presidentes llevan 150 años deseando. Una idea que suena más a distracción que a prioridad, mientras miles de familias sufren por decisiones firmadas con tinta fría y sin mirar atrás.
Al final, la pregunta queda en el aire: ¿cuánto más tendrá que esperar una madre cubana para abrazar a su hija?
