Lo que está pasando en Cuba ya no sorprende… pero sigue doliendo. En Baracoa, un círculo infantil ha tenido que adaptarse a los interminables apagones cocinando con leña, carbón y hasta hornos de aserrín. Sí, así mismo, en pleno 2025. Esta es la nueva “normalidad” que viven muchos niños en el oriente cubano.
El círculo infantil Conchitas de Mar, ubicado en el reparto Turey, ha reducido sus horarios y ha tenido que cambiar por completo su funcionamiento debido al caos energético que atraviesa el país. Según reportó la emisora oficial Radio Baracoa, el centro está aplicando las “alternativas” que el sector de Educación ha dictado para lidiar con la falta de electricidad. ¿Alternativas o medidas desesperadas?
Horario recortado, condiciones cuestionables
La subdirectora del centro, Niubis Pérez Navarro, explicó que los niños solo se reciben hasta las 9:00 a.m., y los padres pueden recogerlos a partir de las 12:30 p.m. Esto, dicen, en función de reorganizar el trabajo en el municipio. Pero la gran pregunta es: ¿realmente se está priorizando el bienestar de los niños?
Aunque afirman que las actividades pedagógicas siguen en pie, lo más alarmante del informe es que los 215 pequeños que asisten al centro comen alimentos cocinados no con gas, sino con leña, carbón y aserrín. ¡Una realidad que parece sacada de un libro de historia antigua, no de un reporte del siglo XXI!
La precariedad no se disfraza: se sufre
La directiva insiste en que los niños siguen recibiendo su dieta establecida y que ya están organizando el plan de verano. Pero hay cosas que no se pueden maquillar: cuando un círculo infantil depende de la leña para alimentar a los niños, no estamos hablando de adaptación… estamos hablando de retroceso.
Y esta no es una excepción aislada. A mediados de mayo, la provincia de Artemisa ya había aplicado medidas parecidas: horarios flexibles, clases sin uniforme, y suspensión de meriendas por falta de condiciones mínimas. Más que medidas educativas, parecen parches de emergencia para un sistema que se desmorona.
Padres desesperados y niños agotados
En Guantánamo pasó lo mismo. Escuelas y círculos infantiles adaptaron horarios por los apagones, mientras padres y madres comenzaron a alzar la voz en redes. Denunciaron el desgaste emocional de sus hijos, la falta de comida, la escasez de agua y el calor insoportable sin electricidad. La infancia en Cuba hoy es sinónimo de resistencia.
Y mientras las autoridades insisten en que «el proceso docente continúa», miles de niños en el país enfrentan condiciones que no deberían existir en ninguna etapa de desarrollo. Mucho menos en una isla que alguna vez se jactó de tener un sistema educativo ejemplar.
