Lo que el gobierno cubano quiso vender como una «protesta espontánea» del pueblo contra el jefe de la misión diplomática de Estados Unidos en La Habana, Mike Hammer, terminó siendo otro de esos teatros mal actuados que ya no sorprenden a nadie. Según destapó la página de Facebook La Tijera, todo fue un montaje orquestado por la Seguridad del Estado, con actores del propio aparato oficialista.
La mujer que aparece en el video increpando a Hammer en plena lancha de Regla no era una ciudadana indignada, ni mucho menos una cubana común que pasaba por ahí. Se trata de Lyzett Castro Toledo, una militante del Partido Comunista y nada más y nada menos que la Directora Adjunta de la empresa estatal Cítricos Caribe, una de esas entidades clave que el régimen usa para raspar divisas.
O sea, la “ciudadana preocupada” es, en realidad, una ficha del sistema. Y ese escándalo montado tenía como objetivo empañarle la imagen al diplomático estadounidense, quien ha venido ganando simpatía en la calle cubana por su estilo diferente, bien lejos del protocolo frío y más cerca de la gente común.
Desde que llegó a Cuba, Hammer ha caminado barrios, ha hablado con emprendedores, ha escuchado a activistas, y eso claramente le ha picado al régimen. Mientras más se le acercan los cubanos, más nervioso se pone el aparato. ¿Y cómo responden? Pues con lo de siempre: provocaciones montadas, cámaras listas y teatro barato.
En el famoso video, Castro Toledo se lanza con tono encendido a acusar a Hammer de injerencista. Pero lo que no se ve —y ahora se sabe— es que esa escena tenía guion, director y propósito político bien claro. No fue una coincidencia. Fue un intento torpe de manipulación.
El activista Mag Jorge Castro lo dijo sin rodeos en su cuenta de X: “Los conocemos demasiado bien… y no nos equivocamos”. Y es que para quienes viven dentro del sistema o lo han sufrido desde fuera, estos trucos viejos no hacen más que confirmar lo desesperados que están en el poder.
Lo que realmente busca el régimen con estas jugadas es alimentar su viejo discurso del «enemigo externo», esa excusa que usan cada vez que se les cae una mentira o se les va el país de las manos. Con el pueblo harto de apagones, inflación, escasez y represión, no les queda otra que buscar cortinas de humo que desvíen la atención del caos que ellos mismos han creado.
Pero en vez de hacerle daño a Mike Hammer, lo que lograron fue reforzar el respeto y la admiración que muchos cubanos y cubanas sienten por su labor. El hombre no necesita aplausos oficiales ni pancartas. Su presencia ha sido un respiro para una ciudadanía asfixiada, y por eso tratan de ensuciarlo.
Desde el exilio y también dentro de la Isla, son cada vez más los que piden respeto a las normas diplomáticas y condenan este tipo de provocaciones absurdas que solo exponen al régimen como lo que es: un sistema nervioso, gastado y sin más herramientas que el engaño.
Otra escena mal actuada, otro intento de manipular al pueblo, y otra prueba de que la dictadura ya no tiene con qué convencer. Solo le queda reprimir… y actuar.