En Cuba, la dignidad no es solo una palabra bonita: es un escudo. Y así lo dejó clarito el Soberano Gran Comendador del Supremo Consejo del Grado 33, José Ramón Viñas Alonso, cuando lanzó un mensaje que ha puesto a más de uno a temblar. Según él, los masones escocistas de la Isla no se van a dejar doblar por ningún mandato venido desde el Ministerio de Justicia, ni aunque venga envuelto en papel de ley.
Todo comenzó con una carta que Miriam García, directora del Registro de Asociaciones, envió al Supremo Consejo. En ella alegaba que la reelección de Viñas en marzo fue inválida y exigía que se repitiera el proceso. Además, proponía a Lázaro Cuesta Valdés —su antecesor— como sustituto provisional. Pero Viñas no se tragó el cuento y respondió con firmeza: “Aquí no manda nadie de afuera. Esta organización se gobierna por sus propias reglas, hechas por masones y para masones”.
Viñas dejó claro que más del 80% de los hermanos escocistas lo respaldan y que todos sus cuerpos subordinados siguen funcionando como siempre. Según explicó, en una reunión celebrada el 31 de mayo, la decisión fue unánime: no aceptar injerencias del Estado ni reconocer a ningún sucesor impuesto desde afuera.
La cosa no quedó ahí. Viñas recordó que Lázaro Cuesta, el candidato que querían imponer, ni siquiera es miembro activo del Supremo Consejo porque ya tiene más de 80 años y, para colmo, fue expulsado recientemente por aliarse con intereses gubernamentales que buscan desestabilizar la institución. “Eso ha provocado una grieta entre hermanos que puede terminar mal, y no seremos nosotros los responsables si estalla el conflicto”, advirtió.
En esa misma reunión, los masones —más de 150— se plantaron con coraje en la Catedral Escocesa, en La Habana, y reafirmaron su lealtad a Viñas y al camino legal que eligieron. “Quien se ponga del lado contrario está traicionando los principios más altos de nuestra orden”, dijo el Soberano, sin pelos en la lengua.
Para Viñas, lo que está en juego no es un simple puesto, sino la esencia misma de la Masonería en Cuba. “El día que aceptemos que un ministerio nos imponga un líder, ese será el día que dejaremos de ser libres y pasaremos a ser títeres del poder”, soltó con entereza. Y fue aún más lejos: “Quien intente imponernos decisiones arbitrarias tendrá que estar dispuesto a hacerlo por la fuerza… y a pagar el precio más alto”.
Según él, lo fácil habría sido ceder. Pero sus hermanos decidieron resistir. Y él, como buen masón, se debe a esa decisión.
El conflicto detrás del telón: la Masonería y el poder
La Masonería en Cuba está compuesta por dos estructuras distintas pero hermanadas: la Gran Logia, que rige los grados básicos (del 1 al 3), y el Supremo Consejo, que abarca los grados del 4 al 33, los llamados filosóficos. Cada una tiene su líder electo. En el caso del Supremo Consejo, ese liderazgo está ahora bajo fuego.
Viñas asumió como Soberano en 2015, luego de que Cuesta lo designara cuando decidió lanzarse como Gran Maestro. En 2018 fue elegido de forma oficial, y según las reglas internas —aprobadas por el propio Registro de Asociaciones en 2017— puede mantenerse hasta tres mandatos consecutivos, lo que lo avala hasta 2027. Pero ahora quieren sacarlo antes de tiempo, usando tecnicismos que huelen más a vendetta política que a legalidad.
El problema de fondo parece tener raíces más profundas: Viñas nunca se ha prestado para el jueguito del régimen. De hecho, se pronunció en contra de la represión del 11J. Y eso, en Cuba, cuesta caro. Un ex Gran Maestro que hoy está exiliado en EE. UU. reveló que la Seguridad del Estado lo presionó para que iniciara un proceso contra Viñas, pero se negó.
En enero de 2024, otro capítulo vergonzoso salió a la luz: el entonces Gran Maestro, Mario Urquía, fue acusado de desfalco tras desaparecer miles de dólares de las arcas masónicas y de su mipyme. Fue chantajeado, se puso al servicio del gobierno y empezó una purga interna. Entre los afectados: Viñas y el escritor Ángel Santiesteban, también masón y expreso político.
Pero la cosa no salió como esperaban. La comunidad masónica se rebeló. El 25 de mayo, mientras Urquía ya no pintaba nada, se celebró una sesión extraordinaria sin su presencia. Allí, los masones lo destituyeron y convocaron a nuevas elecciones para septiembre. La jugada fue histórica.
Aunque la pelea fuerte se libra en la Gran Logia, el régimen ha puesto el foco en Viñas. No han parado de citar masones en todas las provincias para presionarlos a que lo expulsen, pero la respuesta ha sido un “no” rotundo en toda la Isla. Nadie ha cedido.
El motivo es claro: el Supremo Consejo no tiene líos internos. El verdadero objetivo es deshacerse de figuras incómodas, aquellas que no se doblegan. Por eso intentan sembrar el caos, imponer líderes obedientes y mantener el control sobre espacios sociales independientes.
Y ahora, con los masones negándose a ceder, el enfrentamiento está a punto de escalar. De hecho, desde que Viñas publicó su comunicado, han aparecido operativos de vigilancia frente a la sede del Supremo Consejo. En la casa del presidente del CDR del barrio, la Seguridad del Estado tiene los ojos bien abiertos, como si esperaran un levantamiento.
Pero los masones, fieles a sus principios, se mantienen firmes. Y en este capítulo, como en tantos otros de la historia de Cuba, queda claro que cuando la dignidad se planta, ni la represión ni las amenazas pueden hacerla retroceder.
