En un episodio que mezcla crimen, necesidad y el drama del exilio, tres cubanos fueron condenados en Estados Unidos por intentar robar un cultivo ilegal de marihuana en Michigan. El caso, lejos de ser una historia de crimen común, deja al descubierto cómo la falta de oportunidades y el limbo migratorio empujan a muchos a tomar decisiones desesperadas.
Los protagonistas del hecho son Yoany Álvarez Antuna, de 42 años, Addier Mejía Torres, de 50, y Andy Gómez Niebla, de 39. Los tres admitieron haber conspirado para asaltar un granero cargado de plantas de cannabis y marihuana ya procesada, en el pueblo de Coleman, en julio de 2023.
El intento les costó caro: fueron sentenciados el pasado 5 de junio a penas que oscilan entre 40 y 46 meses de cárcel federal, bajo la llamada Ley Hobbs, que se aplica cuando se interfiere con el comercio interestatal a través del crimen.
Más allá del delito, está la historia
Yoany, quien lleva más de dos décadas viviendo en EE. UU., se ganaba la vida entre andamios y surcos. Según explicó su abogado, su motivación era ayudar a su hija a terminar sus estudios de enfermería. Una meta noble, pero alcanzada por un camino equivocado.
Addier, por su parte, llegó al país apenas en 2023, huyendo del régimen cubano y buscando un respiro. Sin papeles, sin antecedentes, pero con el peso de una familia que dejó atrás, su único plan —según dijo su defensa— era mandar unos dólares a su esposa y a sus dos niños chiquitos en Cuba.
Andy Gómez también se montó en la operación. Y aunque iban armados, las investigaciones revelaron que los únicos disparos fueron los del dueño del cultivo, quien alcanzó a herir a Mejía durante el asalto frustrado.
Un limbo migratorio con puertas cerradas
La historia se volvió asunto federal por la magnitud del golpe: cámaras de vigilancia captaron a un grupo de hombres encapuchados, armados hasta los dientes y con herramientas de robo, irrumpiendo en la propiedad a las 2:30 a.m. Seis fueron arrestados esa misma madrugada. Aparte de los tres ya sentenciados, otros siguen esperando juicio o sentencia.
En total, se incautaron más de 220 plantas y 62 kilos de marihuana. Lo curioso es que aún no está claro si los propietarios del cultivo enfrentarán cargos, pues la operación aparentemente carecía de licencia legal.
El juez federal Thomas Ludington fue quien dictó las sentencias, pero el capítulo judicial de estos hombres no termina ahí. Al menos dos de ellos, incluido Mejía, están ahora bajo amenaza de deportación, aunque, como sabemos, las relaciones trabadas entre EE. UU. y Cuba podrían dejar esos procesos en el aire.
“No somos malos, solo tuvimos hambre”
Al final del juicio, los tres cubanos se mostraron arrepentidos y dijeron que usarán su tiempo tras las rejas para aprender inglés y prepararse para una nueva oportunidad. Pidieron que el tribunal mirara más allá del delito, y considerara las circunstancias extremas que los llevaron a ese punto: el hambre, el miedo, el exilio.
Pero ellos no son los únicos envueltos en esta historia. También fueron implicados Roberto Padrón Álvarez, Yuan Biart González y Jorge García Santiago, en su mayoría oriundos de Matanzas. Todos vinculados a robos a mano armada y otros delitos relacionados, según los reportes de la Policía de Midland.
Padrón, que vive en EE. UU. desde los 12 años y tiene tres hijos en Florida, ya se declaró culpable y espera sentencia. Su abogado solicitó 57 meses de prisión, alegando que el hombre está arrepentido y quiere asumir la responsabilidad.
Biart González también admitió su culpa, tanto por el robo como por llevar un arma durante un delito de narcotráfico. Su sentencia aún está pendiente. En cambio, García Santiago sigue bajo acusación.
Cuando el hambre aprieta, la ley no perdona. Esta historia, más allá del morbo o la intriga, refleja el drama de muchos cubanos que llegan a Estados Unidos cargados de sueños… pero se estrellan contra la dura realidad.