¿Te imaginas esperar casi una década para reunirte con tu papá y que, justo cuando ya todo estaba listo, alguien te diga: “No vas a poder viajar”? Bueno, eso le pasó a Marcos, un cubano de 32 años que decidió seguir todas las reglas, hacer todo por la vía legal, y que hoy se encuentra en un limbo migratorio por culpa de una decisión presidencial.
Marcos (nombre ficticio para proteger su situación) llevaba nada menos que 9 años esperando por una visa F2B para reunirse con su padre en Estados Unidos. ¡Nueve años! Y cuando por fin lo citan a la embajada en La Habana, ¡zas!, entra en vigor una proclamación de Donald Trump que congela el proceso. El sueño se le hizo polvo justo al borde del despegue.
Según el diario El País, este caso refleja lo que están viviendo miles de familias cubanas que, aún teniendo procesos legales en regla y hasta visas aprobadas, ven cómo todo se paraliza de un día para otro. Y lo más triste es que no se trata de delincuentes ni ilegales, sino de personas como Marcos, que apostaron por la legalidad y terminaron castigados igual.
La orden, que entró en vigor a las 12:01 a.m. de un lunes (sí, así de puntual), bloquea la entrada a ciudadanos de 12 países, incluida Cuba. Y aunque suena a película de espías, la excusa es la de siempre: “problemas de seguridad nacional”. Trump volvió a etiquetar a Cuba como “Estado patrocinador del terrorismo” y dijo que muchos cubanos se quedan ilegalmente después de entrar con visa. ¿Pruebas? Brillan por su ausencia.
Mabel Cuesta, amiga de Marcos y académica en Houston, lo resumió mejor que nadie: “Todos están destruidos. Son nueve años de su vida que dejan de tener sentido”.
Y no es solo Marcos. Una estudiante cubana con beca para doctorado en la Universidad de Pensilvania dijo que vive con el miedo constante de que no la dejen entrar, aunque tenga visa. Porque ahora, ni tener el documento garantiza nada. El oficial de inmigración puede decir “no” y ya.
Aunque el Departamento de Estado dice que las visas emitidas siguen siendo válidas, hay una gran confusión. ¿Quién tiene la última palabra? El funcionario en la frontera. Y eso, para alguien que ya lo ha dado todo, es simplemente devastador.
Organizaciones como CEDA califican esta política como “cruel y arbitraria”. Y no exageran. Son miles los que ahora ven sus planes, sus sacrificios y su esperanza, congelados por una firma.
Este “travel ban 2.0” no es solo una restricción más: es un muro invisible que parte familias, destruye sueños y castiga a los que hicieron las cosas bien. En la comunidad cubana, el sentimiento es de traición, indignación y desesperanza.
Así que si conoces a alguien que está en proceso migratorio, cuéntale esto. Porque lo que le pasó a Marcos podría pasarle a cualquiera. Y porque, aunque digan que es por seguridad, lo que está en juego son familias separadas por una decisión política.