El sueño de Yauniel Hernández Rodríguez de abrazar a su madre en tierras de libertad volvió a romperse este martes. Regresó a Miami con el alma hecha trizas, después de que, por tercera vez, la Embajada de Estados Unidos en La Habana le negara la visa de reunificación familiar a su mamá, sin ofrecer pruebas, pero con una sospecha que ya parece absurda: haber sido “posiblemente” militante del Partido Comunista de Cuba (PCC).
La respuesta del cónsul fue como un cubo de agua fría: por haber trabajado como enfermera en un consultorio y un policlínico en Guanabo, su madre no calificaba. Y aunque no hay evidencia alguna, el funcionario insistió en que podía haber tenido vínculos con el PCC. “Tiene que pedir un perdón”, le soltaron. Pero Yauniel no está dispuesto a pasar por ese aro.
“Mi mamá nunca ha estado metida en política”, dijo con firmeza en entrevista a CiberCuba. “Lo único que hizo fue decir que era jubilada y que trabajó hasta hace dos meses como enfermera del policlínico Mario Muñoz”. Bastó eso para que el cónsul sacara el cartel de “posible comunista” y se acabara la entrevista.
Mientras tanto, su hijo de 16 años, criado por la abuela desde que Yauniel emigró en 2015, sí recibió la visa. Un nieto que podrá volar a Miami, pero dejando atrás a su abuela, que ya no ve a uno de sus otros hijos desde hace 25 años. Y como si fuera poco, esta madre cubana también tiene ciudadanía española y hermanos estadounidenses. Pero ni eso bastó.
Esta era ya la tercera negativa consular. La primera fue una simple carta de invitación rechazada por “riesgo de quedarse”. Luego, en Guyana, alegaron que debía esperar a que avanzara el proceso de reunificación. Y ahora, la guinda del pastel: la sospecha ideológica.
Llevó incluso una carta de su antiguo centro de trabajo, asegurando que nunca militó en el PCC ni participó en actos de apoyo al régimen. Testigos la respaldan. Marisela Fernández García, jefa de Departamento en su antiguo policlínico, confirmó públicamente que la señora jamás fue parte de organización política alguna.
“Mi mamá fue enfermera desde los 17 y se jubiló a los 61 con un salario que apenas alcanzaba para un cartón de huevos”, contó Yauniel. ¿Y ahora le piden pedir perdón por algo que nunca hizo?
Pero eso no va con él. No piensa aceptar una culpa inexistente. Tampoco quiere gastar miles de dólares y años de espera por un «perdón» que no siente justo. Por eso, ya se plantea venderlo todo en EE.UU. y mudarse a España con su familia. Allí, al menos, no le exigen confesar pecados que no cometió.
La situación no es aislada. El endurecimiento de los filtros consulares en La Habana está rompiendo familias, aún cuando cumplen todos los requisitos. Lo de Yauniel no es único. Le pasó también a la madre de Andy Leal, ciudadana española a la que le cerraron las puertas tras nueve años de espera por motivos similares. La ley migratoria estadounidense impide otorgar visas a miembros o exmiembros de partidos totalitarios, pero en ninguno de estos casos hubo pruebas reales ni vías de apelación.
Mike Hammer, jefe de la misión diplomática en Cuba, confirmó la línea dura en una reciente rueda de prensa: “No queremos represores paseando por South Beach con un mojito en la mano”, dijo, sin pelos en la lengua. Lo que no aclaró es cómo se decide quién es o fue «represor», cuando ni siquiera han militado.
El tema se puso aún más tenso tras el incidente que Hammer vivió este domingo en la famosa lanchita de Regla. Mientras iba camino a misa en la Iglesia de la Virgen de Regla —un templo con historia y sincretismo donde Yemayá también tiene su altar— fue víctima de un acto de repudio orquestado por la Seguridad del Estado.
Pero el embajador, lejos de montarse en la bronca, respondió con diplomacia. “Alguien se me acercó a dar su opinión, a criticar la política de EE.UU. Algunos dicen que todo fue montado. No sé. Pero vine a escuchar al pueblo”, dijo en un video que se hizo viral en redes.
Aunque agentes vestidos de civil trataron de armar el show, la gente no mordió el anzuelo. Hammer se mantuvo tranquilo, asistió a misa, habló con pescadores y cerró su jornada diciendo que fue “un bonito domingo”.
Sin embargo, este episodio marca otro capítulo en la campaña de hostigamiento que el régimen cubano ha lanzado contra el diplomático, a quien ya han citado varias veces en el MINREX, acusándolo de “provocador”. Incluso, funcionarios como Johana Tablada le han lanzado advertencias públicas: “No confunda paciencia con debilidad”, le dijo, como quien lanza una amenaza disfrazada de cortesía.
Mientras tanto, los medios oficialistas no han parado de tirar piedras, acusándolo de “desestabilizador” y “enemigo del pueblo”. Pero Hammer, al parecer, sigue su ruta: calles, barrios y templos. Y aunque el régimen le ponga zancadillas, él insiste en escuchar las voces que de verdad importan: las del pueblo cubano.