Una escena que debería estar marcada por la pasión deportiva y la tranquilidad ciudadana terminó dejando un sabor amargo en Las Tunas. Este 9 de junio, la periodista cubana Gretel Yanet Tamayo Velázquez vivió en carne propia la inseguridad que se respira en las calles del país, incluso dentro de espacios supuestamente seguros.
Mientras cumplía con su trabajo en el estadio Julio Antonio Mella, sede de los Leñadores, alguien se le llevó su bicicleta como si nada. Un hecho tan simple y a la vez tan cargado de impotencia, que terminó encendiendo las redes sociales.
“Me acaban de robar esta bicicleta en el estadio Julio Antonio Mella. Cualquier información sería de gran ayuda”, escribió Gretel en Facebook, acompañando el mensaje con una foto del medio de transporte desaparecido. Bastaron segundos para que la publicación comenzara a llenarse de reacciones, comentarios encendidos y muestras de cariño.
La gente no se quedó callada. Uno comentó con tono firme: “No hay miseria que justifique robar. Todos estamos necesitados, pero eso no da derecho a quitarle lo suyo a nadie”. Y es que, aunque la necesidad aprieta, la dignidad no debería perderse.
En medio del dolor, también afloró la solidaridad. Otro usuario lanzó la idea de que los fanáticos de los Leñadores se pongan las pilas para ayudar: “Si no aparece, deberíamos reunir entre todos lo necesario para que se compre otra. Gretel siempre ha estado con nosotros. Que ponga su cuenta y lo resolvemos”.
Alguien más se dirigió directamente al ladrón, apelando a la conciencia: “¿Quién se atreve a hacerle eso a una mujer que solo trabaja y defiende el deporte tunero? Devuélvele su bici, que no se te va a caer un brazo”.
Y entre tantas palabras, un colega suyo del gremio soltó una frase seca pero directa al corazón: “Los ladrones a todo tren y la impunidad va de copiloto. No es fácil, colega”.
Más allá de que se trate de una bicicleta, el golpe es duro. Para muchos en Cuba, ese vehículo no es lujo ni hobby: es su manera de llegar al trabajo, resolver los mandados, buscar el pan o simplemente moverse. Es parte de la vida diaria. Que se lo roben no es un simple “te dejaron a pie”; es un zarpazo directo a la rutina, a la independencia, al esfuerzo.
Pero lo más triste del cuento es el escenario: un estadio provincial, en pleno evento deportivo. Un lugar que debería ser símbolo de civismo y seguridad. Este robo deja en evidencia el deterioro de la tranquilidad ciudadana, y cómo la desesperanza y la falta de control han ido carcomiendo hasta los espacios más emblemáticos.
El caso de Gretel no es único, pero sí representativo. Y su historia es un grito más de que Cuba necesita recuperar algo más que bicicletas: necesita volver a sentirse segura.