La cosa en Cuba sigue que arde, y esta vez el epicentro del descontento está en la Facultad de Ciencias Médicas de Bayamo, donde varios estudiantes han salido a plantarse públicamente contra el acoso de la Seguridad del Estado, tras las recientes protestas por el abusivo tarifazo impuesto por ETECSA.
A través de las redes sociales, principalmente en X (antes Twitter) e Instagram, el usuario San Memero compartió una serie de videos donde se ve —sin pelos en la lengua— cómo los jóvenes denuncian la presión que están viviendo. Uno de los testimonios enviados junto a las imágenes fue bien claro: “Los estudiantes pidieron apoyo a la escuela para frenar el acoso, pero la respuesta fue que hay que dejar que la Seguridad del Estado actúe como quiera. Hay mucho miedo, demasiados asustados”.
Esa respuesta, seca y fría, dice más de lo que parece. Refleja cómo se ha normalizado en Cuba el hostigamiento institucional, sobre todo cuando alguien se atreve a hablar más alto de la cuenta.
José Raúl Gallego, periodista cubano que no se calla, recordó en Facebook que cinco estudiantes “alineados” al discurso oficialista intentaron minimizar su denuncia inicial. Pero lo curioso es que ninguno negó que el acoso exista. Se fueron por la tangente con discursos vacíos, pero el hecho sigue ahí, firme: la Seguridad del Estado está presionando a los estudiantes por protestar.
En uno de los videos, una muchacha pide que, al menos, los agentes “tengan tacto y delicadeza”. Ante eso, Gallego fue tajante: “No se trata de cómo lo hagan. No debe haber acoso, punto. En una Cuba libre, eso no tendría cabida”. Y tiene toda la razón. No se puede maquillar la represión con buenos modales.
La juventud cubana, sobre todo en las universidades, está perdiendo el miedo y eso tiene al régimen temblando. Ya no es solo en Bayamo: en Santa Clara, en Santiago, en la CUJAE, la indignación por el aumento brutal de precios en ETECSA ha provocado una rebelión estudiantil como pocas veces se ha visto. Denuncian que las tarifas excluyen a la mayoría, ahogan la comunicación y sabotean la educación y la investigación, sobre todo en un país donde el internet es casi un lujo.
Pero la represión también ha sido pareja. Este fin de semana, trascendió que la Seguridad del Estado ha ido casa por casa visitando a estudiantes de la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas (UCLV), advirtiéndoles que si siguen con la idea del paro, podrían acabar presos o fuera de la universidad. Así, sin disfraz.
A pesar de eso, el movimiento no se rinde. Aunque la Facultad de Matemática, Física y Computación de la Universidad de La Habana decidió echar atrás el paro el 9 de junio, otras universidades, sobre todo en el oriente y el centro del país, han dicho que seguirán firmes.
Y como si no bastara, la activista Lara Crofs sacó a la luz una conversación privada que deja claro el precio de levantar la voz en Cuba. Un joven estudiante de Periodismo de la Universidad de Oriente confesó que tuvo que borrar el comunicado del paro por presión y porque sus compañeros lo dejaron solo en el momento clave. “Los que lo escribieron conmigo se apendejaron. Ya no confío en ellos”, escribió. Duro, pero muy real.
Lo que está en juego no es solo la tarifa de un paquete de datos. Es el derecho a expresarse, a organizarse y a vivir sin miedo en las aulas. El tarifazo de ETECSA, con su límite de recargas a 360 CUP y sus paquetes dolarizados, ha sido la chispa. Pero lo que realmente arde es el hartazgo acumulado de una generación que no quiere seguir tragando en silencio.
Y aunque el gobierno se haga el sordo, cada protesta, cada video, cada publicación que rompe el cerco del miedo, es un paso más hacia una Cuba que no se calla.