En Alquízar, Artemisa, la población terminó comprando papas que ya casi caminaban solas, y no es broma. La mipyme estatal Alquifrex, subordinada al aparato del régimen cubano, sacó a la venta una partida de papas al borde del colapso, como si fuera lo más normal del mundo.
La historia comenzó en febrero, cuando la empresa adquirió 20 toneladas del tubérculo para supuestos fines institucionales. Pero como es costumbre en la gestión cubana, el tiempo pasó, la papa se echó a perder, y seis toneladas terminaron en la basura.
¿Y la solución de emergencia? Vender lo que quedaba, aunque ya estuviera medio pasado. Así lo reportó Radio Artemisa en Facebook, aclarando que la decisión se tomó luego de consultar —¡tres meses después!— con las autoridades del municipio y la provincia.
El fin de semana pasado, Alquifrex sacó a la venta 60 quintales en la feria dominical de la Plaza 4 de Abril, y además repartió en zonas como el reparto Enrique Hart, el hogar materno Adelaida Vidal, el hogar de ancianos Antonio «Cundo» Ortega y hasta en la dirección municipal de Salud Pública.
Una papa con prisa
La administradora de la empresa, Yemilka Hernández Álvarez, explicó que se le dijo al pueblo que había que comérselas rápido, que aquello no duraba ni dos días. Como si el problema fuera el tiempo de cocción y no el nivel de podredumbre.
El sábado lograron vender 33 quintales, y lo que sobró fue repartido al día siguiente. El jefe de área, Argemis Kindelán Berroa, defendió la movida diciendo que actuaron “según nuestras competencias comerciales”, dejando claro que, aunque apestaba, era con papeles en regla.
¿Humanismo o falta de vergüenza?
Lo más irónico es que este tipo de gestos vienen de un gobierno que se autodenomina “humanista y al servicio del pueblo”. Pero en la práctica, la mala gestión, el centralismo enfermizo y la falta de respeto por la dignidad ciudadana siguen pasando factura.
El caso de Alquifrex no es un hecho suelto. Ya en otras partes del país se ha vuelto costumbre que los productos lleguen al pueblo cuando ya están en las últimas. En Santiago de Cuba, por ejemplo, se vendieron compotas en mal estado dirigidas a niños, provocando el rechazo inmediato de médicos y padres.
En La Habana, una tienda se negó rotundamente a retirar de sus estantes un artículo visiblemente dañado, ignorando a los clientes que se quejaban. ¿Resultado? Más de lo mismo: pueblo obligado a comprar lo que haya, aunque no sirva.
Y si aún queda duda de que el problema es sistémico, en Sancti Spíritus un ciudadano denunció públicamente la calidad infame del yogur distribuido en su zona, sin que nadie le diera respuesta ni disculpas. ¿Dónde están los controles? ¿Quién responde? Nadie.
Un país donde comer se volvió una ruleta rusa
En Cuba, la comida no solo escasea, también se echa a perder antes de llegar a tu mesa. Y lo más triste es que, cuando por fin aparece, muchas veces está en condiciones que pondrían a temblar a cualquier inspector sanitario.
Mientras tanto, los funcionarios siguen echando culpas, aprobando informes, y vendiendo papas con olor a desastre. Porque aquí, hasta para alimentarse decentemente, el pueblo tiene que correr más rápido que la descomposición.