Este jueves se nos apagó una estrella del repentismo: Juana Tomasa Quiala Rojas, mejor conocida en toda Cuba como Tomasita, falleció a los 63 años tras complicaciones cardíacas que venía enfrentando desde hace meses. Con ella se va una leyenda viva del verso improvisado, una mujer que, sin ver con los ojos, supo mirar profundo con las palabras.
“Nuestra Tomasita ha partido”, escribió en redes el periodista Lázaro Manuel Alonso, dando la triste noticia que conmovió a muchos dentro y fuera del mundo guajiro.
Durante abril, la poetisa —ciega de nacimiento, pero iluminada por el talento— estuvo ingresada en el Hospital Hermanos Ameijeiras, donde se sometió a una operación del corazón. Antes de eso, ya había sido internada en cuidados intensivos en San José de las Lajas, por un cuadro que puso en vilo a su familia, seguidores y hasta al propio gobierno.
Díaz-Canel celebró en X su recuperación cuando le dieron el alta. Pero el alivio fue breve. El corazón de Tomasita, que tanto rimó con fuerza y pasión, no resistió más.
Una vida rimada desde el alma
Nació un 29 de diciembre de 1961 en Banes, Holguín, y desde chama empezó a mostrar ese don raro que tienen los grandes repentistas. Se formó en la escuela para ciegos Varona Suárez, pero la décima la aprendió escuchando a los viejos trovadores del monte. La improvisación fue su brújula y su bandera.
Tomasita no solo dominó el arte del verso oral, lo elevó a otro nivel. Se convirtió en ícono del programa Palmas y Cañas, recorrió festivales dentro y fuera del país, y se mantuvo firme como un símbolo del campesinado cubano.
Su trabajo con el Centro Provincial de la Música Antonio María Romeu, sus viajes a España, Portugal, México, Argentina y más allá, y su Premio Nacional de Cultura Comunitaria, son prueba de cuánto aportó a la cultura criolla. A donde iba, la seguía la décima, la palmita y la gente.
Más allá de los colores políticos
Aunque su figura estuvo estrechamente vinculada al oficialismo —y eso la rodeó de cierta polémica—, nadie puede negar que Tomasita fue un bastión de la tradición oral campesina. Una mujer que defendió, a golpe de décima, la esencia más criolla del cubano.
Su legado no se va con ella. Vive en cada guateque, en cada payador que arranca un verso al aire, en cada campesino que improvisa con el alma. Tomasita ya es parte del monte, del viento y del pueblo.
