Una familia cubana decidió visitar el famoso Acuario Nacional de Cuba y lo que encontraron fue tan triste que no pudieron quedarse callados. La usuaria @yaimara.jose compartió su experiencia en redes sociales y encendió las alarmas: lo que alguna vez fue un orgullo nacional hoy parece un sitio abandonado, con estanques en ruinas, animales en mal estado y un silencio que huele a olvido.
“Da mucha pena entrar aquí y ver esto en estas condiciones, nada que ver con la última vez que lo visité (hace muchos años)”, escribió en su publicación. Y no es para menos. Las fotos hablan solas: espacios vacíos, apenas unos pocos animales visibles y una atmósfera de abandono total. “No dan ganas de seguir caminando”, confesó, y muchos cubanos se sintieron identificados con esa mezcla de rabia, decepción y nostalgia.
Pero esta visita no solo expone el abandono físico del lugar. También reaviva un tema que nunca se resolvió del todo: las oscuras operaciones que por años se vincularon al Acuario. Sí, estamos hablando del tráfico de delfines y otras especies marinas, disfrazado de “intercambios científicos” o “cooperación internacional”. Por décadas se vendió la imagen de un centro educativo y ecológico, pero muchas denuncias han señalado que ahí se manejaron cosas muy turbias.
Desde su inauguración en 1960, el Acuario Nacional fue un símbolo. Generaciones de cubanos lo recuerdan con cariño. Pero según informes y activistas, más allá de las funciones educativas, el lugar fue usado para exportaciones secretas de delfines hacia países aliados del régimen, sin transparencia ni respeto por el bienestar animal. Todo, claro, en busca de divisas.
Y si creías que esto era un caso aislado, para nada. En redes sociales abundan testimonios similares. Goteras en los techos, estanques sin limpiar, animales en jaulas minúsculas… todo eso contado por personas comunes que solo querían pasar un rato en familia. “Es triste ver a esos pocos animalitos viviendo así”, escribió otro visitante.
Lo que más indigna a la gente es el contraste: mientras los centros públicos como este se caen a pedazos, los hoteles cinco estrellas para turistas están impecables. Todo reluciente, con aire acondicionado, luces LED y hasta wifi. “¿Dónde están las prioridades del país?”, se pregunta con razón más de un internauta.
Y claro, no podemos olvidar el caso de “Jocker”, el león marino que murió en 2022 en el mismo Acuario, supuestamente por desnutrición. Aunque la dirección lo negó, muchos activistas pidieron el cierre inmediato del recinto. Hasta hoy, nada ha cambiado.
Mientras tanto, el Acuario sigue publicando en redes sociales actividades como “encuentros con delfines”, con precios que el cubano de a pie jamás podría pagar. Una experiencia de lujo para unos pocos, en un lugar que ya ni siquiera parece digno para los animales.
La decadencia del Acuario Nacional de Cuba no es solo un problema estructural. Es un reflejo doloroso del abandono institucional y de las prioridades distorsionadas de un país que dejó de cuidar lo que era suyo.
