El gobierno de Estados Unidos, bajo la dirección del Departamento de Seguridad Nacional (DHS), echó por tierra el parole humanitario que había servido de salvavidas para más de medio millón de migrantes, incluyendo a miles de cubanos que lograron llegar legalmente a territorio estadounidense. La decisión, respaldada por la Corte Suprema el pasado 30 de mayo, marca el cierre definitivo de un capítulo que ofrecía algo de esperanza a quienes huían de regímenes autoritarios y crisis interminables.
Los afectados, procedentes de Cuba, Haití, Nicaragua y Venezuela, quedan ahora en el aire si no lograron ajustar su estatus migratorio durante la vigencia de su permiso. El mensaje del DHS fue claro: “se acabó lo que se daba”, y quienes no se regularizaron deberán irse. Así, sin paños tibios.
Tricia McLaughlin, alta funcionaria del DHS, disparó contra la administración Biden, a la que responsabilizó por haber permitido el ingreso de migrantes “mal verificados” que, según ella, terminaron compitiendo con ciudadanos estadounidenses por empleos. También señaló que hubo casos de fraude en el proceso, aunque muchos de los implicados fueron obligados a impulsar el programa por “presión política”.
Este parole, iniciado a fines de 2022 para los venezolanos y ampliado en enero de 2023 para los cubanos y otros, fue en su momento una tabla de salvación para quienes buscaban escapar del desastre. Muchos de los cubanos beneficiados lograron establecerse en el sur de la Florida, echando raíces y trabajando duro para comenzar una nueva vida lejos del control y el fracaso del régimen de La Habana.
Pero ahora, con el programa eliminado, miles quedan atrapados en una especie de limbo legal. ICE ya tiene luz verde para realizar redadas en centros de trabajo, escuelas e incluso dentro de las propias cortes migratorias. Y para hacerlo aún más grotesco, el DHS ofrece una suerte de “plan de salida” a través de una app donde el migrante puede pedir su pasaje de vuelta y, de paso, recibir un cheque de mil dólares como premio de consolación por deportarse a sí mismo. ¡Como si regresar a la pesadilla fuera algo que se pudiera resolver con dinero!
De los más de 110 mil cubanos que entraron a EE.UU. gracias al parole, muchos ya comenzaron su proceso bajo la Ley de Ajuste Cubano, pero hay miles que aún no cumplen con el requisito de haber vivido un año y un día en el país. Se estima que unos 26 mil cubanos están ahora en la cuerda floja, especialmente los que llegaron entre abril y agosto de 2024.
Para todos ellos, la cancelación del programa representa una bofetada a su esfuerzo, a su esperanza, y a su derecho a escapar de un sistema opresor que no les ofrecía futuro en la Isla. Y mientras el régimen cubano observa desde su burbuja de poder, esos mismos migrantes que lograron huir son ahora empujados otra vez hacia el abismo, víctimas de decisiones frías tomadas desde oficinas lejanas.
Lo que alguna vez fue presentado como una “solución ordenada y segura” para enfrentar la migración, hoy se derrumba como castillo de naipes, dejando a miles de familias cubanas con el corazón en vilo, temiendo perderlo todo una vez más. Porque cuando se trata de Cuba, la tragedia no termina con el exilio… a veces, apenas comienza.
