Desde el corazón de Villa Clara llega una historia que parte el alma: Brianna, una niña de apenas 10 años, vive a diario una batalla por respirar. Su caso, visibilizado por la activista cubana Lara Crofs, desnuda una vez más las grietas profundas del sistema de salud pública en Cuba, ese que el régimen vende como “gratuito y ejemplar”, pero que en la práctica es puro cuento.
La pequeña padece una extraña y dolorosa malformación llamada quiste tirogloso lingual con trayecto fistuloso, que desde los dos añitos le impide tragar bien, le provoca episodios de asfixia, vómitos, taquicardias, y un sufrimiento constante que no debería cargar ningún niño en este mundo.
Ni hablar de la escuela, porque Brianna casi no puede asistir. Sus maestros temen que un episodio grave la sorprenda en plena clase. Y su madre, con el alma en vilo, hace lo imposible por mantenerla estable, mientras el reloj corre en contra.
Como bien escribió Lara en su publicación: “Una niña de 10 años no debería tener miedo de morir por simplemente comer”. Y tiene toda la razón. Porque lo que vive esta pequeña no es vida. Es una tortura lenta, agónica y silenciosa, que el sistema médico cubano ha sido incapaz de detener.
Ya ha pasado por tres operaciones en Cuba, pero nada. Los médicos reconocieron que no tienen cómo ayudarla más. No hay tecnología, no hay insumos, no hay un mísero plan para curarla. Solo le ofrecen paños tibios que no resuelven nada.
La familia, en medio de la desesperación, consiguió que un hospital en Miami aceptara su caso, pero el precio es tan alto como la esperanza: 32 mil dólares que cubren la cirugía especializada, los trámites migratorios, los pasajes y la estadía. Una cifra que, para cualquier familia cubana de a pie, es como pedirle a un guajiro que suba el Turquino cargando un piano.
Y mientras tanto, el gobierno sigue con su propaganda internacional, fanfarroneando sobre una medicina “gratuita y humana”, cuando en la vida real los cubanos tienen que rifar su salud en redes sociales. ¿Hasta cuándo vamos a permitir que los más vulnerables dependan de la caridad digital para salvarse?
Lara lo dijo claro: “Dona lo que puedas: un dólar, cinco, lo que sea… todo ayuda”. Porque cada pesito que se sume, es una bocanada de aire más para Brianna. Cada vez que alguien comparte su historia, se amplifica la esperanza. Y cada segundo que pasa sin ayuda, es un segundo más de angustia para una niña que solo quiere vivir sin miedo, sin dolor, sin tener que ser una estadística más del fracaso revolucionario.
Brianna no debería estar esperando ayuda con un hilo de vida colgando. Ella merece una oportunidad real, no promesas vacías ni palmadas en el hombro de burócratas indolentes. Porque en Cuba, la salud ya no es un derecho, sino un lujo que solo se garantiza si se tiene acceso a dólares o al milagro de la solidaridad extranjera.
Y mientras la dictadura invierte en represión, hoteles vacíos para turistas que no llegan y campañas para vender humo en la ONU, una niña cubana está perdiendo la vida por falta de una cirugía que el país no puede ofrecerle.