La violencia machista volvió a teñir de luto a Cuba este viernes, cuando una mujer fue brutalmente asesinada por su expareja en plena calle, en el municipio de Niquero, provincia de Granma. Gretel Matos, de apenas 33 años y madre de dos niños, fue atacada con arma blanca a plena luz del día por Didier Almagro, quien luego se quitó la vida.
El crimen no fue una sorpresa para quienes conocían la historia.
Según testigos y personas cercanas a la víctima, Almagro había advertido más de una vez que mataría a Gretel si ella no regresaba con él. No fue una amenaza vacía ni producto del momento. Era un anuncio de muerte que nadie detuvo. Y como ocurre una y otra vez en esta isla, el Estado no escuchó, no reaccionó, no protegió.
Tras cometer el asesinato, el agresor huyó y al día siguiente fue encontrado colgado de un árbol. Algunos vecinos, indignados, compartieron imágenes en redes sociales que dan cuenta de lo ocurrido. Pero, más allá del morbo, lo que grita esa imagen es una sola cosa: en Cuba, la justicia llega tarde o no llega nunca.
Un sistema ciego que sigue negando el feminicidio
A pesar de la gravedad de estos crímenes, el régimen cubano sigue sin reconocer el feminicidio como un delito específico. El Código Penal ignora por completo esta forma de violencia de género, y las pocas voces que luchan por visibilizarla —como Yo Sí Te Creo en Cuba y Alas Tensas— trabajan a contracorriente, sin apoyo estatal, sin acceso a datos oficiales, y en medio de apagones y bloqueos digitales que dificultan aún más su labor.
La realidad es que las mujeres cubanas están solas ante el peligro. No existen refugios seguros, ni mecanismos de protección eficaces, ni voluntad política para cambiar esta situación. Las instituciones miran para otro lado, como si cada asesinato no fuera parte de un patrón que se repite una y otra vez.
Una tragedia que deja niños huérfanos y comunidades en shock
El caso de Gretel no es aislado. Hace apenas unas semanas, otra mujer, Rosi Santana, fue asesinada también por su expareja en Sancti Spíritus, delante de testigos, en un campismo popular. Dejó dos hijos pequeños huérfanos. Y como siempre, no hubo prevención, ni alerta, ni justicia. Solo silencio y dolor.
Hasta mayo de este año, organizaciones feministas han registrado al menos 14 feminicidios en el país. Un número que, lamentablemente, podría ser mayor debido a la falta de acceso a información verificada y a la represión que sufren quienes intentan documentar esta violencia.
El pueblo exige justicia, pero el régimen sigue sordo
En redes sociales, la indignación no se hizo esperar. Muchos cubanos expresaron su rabia ante la impunidad. “Ya esto es una moda: hombres cobardes matando mujeres como si nada”, escribió una usuaria. Otra propuso aplicar la pena máxima como castigo ejemplar. El dolor colectivo se siente, pero el Estado se mantiene en su burbuja, ajeno a la tragedia que viven las mujeres cubanas.
Mientras tanto, las familias destrozadas por estos crímenes siguen esperando respuestas que no llegan. El régimen prefiere sostener su fachada propagandística antes que enfrentar la realidad: que el machismo asesino se ha convertido en una epidemia y que el Estado, por acción u omisión, es cómplice.
Cada nueva víctima es una prueba más de que en Cuba la vida de una mujer vale menos que una consigna política. Y eso, por mucho que quieran esconderlo, ya no lo tapa ni el apagón más largo.