Una vez más, la desidia del sistema de salud cubano se lleva por delante una vida. Esta vez fue la de María Acela Pérez de Corcho Fernández, una mujer camagüeyana de 69 años que falleció el pasado martes en el Hospital Militar de esa provincia, víctima de lo que su familia denuncia como una cadena de errores médicos y abandono total.
Según reveló el periodista independiente José Luis Tan Estrada, María Acela llegó al hospital hace un mes con fiebre persistente, dolores intensos y dificultad para respirar. A pesar de esos síntomas alarmantes, los médicos apenas le hicieron un par de análisis básicos, que detectaron anemia. Le pusieron sangre, le hicieron una prueba para descartar leucemia que resultó negativa, y allí mismo se quedaron… sin indagar más, sin buscar causas, sin mirar más allá de la superficie.
El examen sí reveló una deficiencia de vitamina B12, pero ni siquiera eso fue motivo suficiente para que la remitieran a un especialista o le hicieran un seguimiento decente. Lo más increíble de todo fue cuando, tras detectar bronconeumonía aguda en una placa, los galenos le dijeron a la hija que «eso era cosa de los nervios». Como si tener el pecho encendido fuera solo un susto mal manejado.
Y como si eso fuera poco, le dieron el alta médica sin tratamiento, sin control, sin un plan… sin nada. La dejaron a su suerte. Pero el cuerpo de la señora no resistió la negligencia: el 10 de junio, volvió al hospital en estado crítico. Llegó descompensada, sufrió un paro respiratorio y falleció.
La familia exige justicia, aunque en Cuba todos sabemos que la palabra justicia no significa lo mismo que en el resto del mundo. Porque aquí, cuando mueres por errores del sistema, no hay responsables, no hay investigaciones, solo silencio y justificaciones baratas.
Y no es un caso aislado. Cientos de cubanos compartieron sus experiencias en ese mismo hospital. Una internauta relató cómo en diciembre llevó a su madre allí, tras verla en un estado preocupante. Los médicos dijeron que todo estaba bien. Pero la señora murió poco después. Cuando recibió los resultados de la necropsia, se enteró que su madre llevaba tres días infartada. “¿A quién le reclamo si ya no la voy a recuperar?”, preguntó con impotencia.
Estos episodios se suman a una larga lista de tragedias que se están volviendo normales en los hospitales del país. Con una crisis sanitaria en su punto más crítico, sin medicinas, sin especialistas y con un sistema podrido por dentro, la negligencia ya no es una excepción: es la regla.
El mes pasado, una madre denunció que su hijo murió en el hospital infantil de Santa Clara porque los médicos, con una irresponsabilidad vergonzosa, le dijeron que su niño tenía un catarro, cuando en realidad estaba siendo devorado por una meningoencefalitis fulminante.
Y por si fuera poco, otra joven en Bayamo perdió la capacidad de tener hijos después de que un legrado mal hecho en el hospital Carlos Manuel de Céspedes le perforó el útero y le causó una hemorragia brutal, que terminó en una histerectomía total.
Esto no son errores sueltos, son síntomas de un sistema roto, de un régimen que presume de su “salud gratuita” mientras sigue enviando médicos al extranjero, como propaganda barata, dejando a su pueblo sin atención, sin insumos y sin esperanza.