En medio del caos diario que viven los cubanos —con apagones eternos, colas infinitas y el bolsillo más roto que una chancleta de dos pesos—, el vocero oficialista Oliver Zamora Oria volvió a ponerse bajo los reflectores, pero no precisamente por informar verdades, sino por verse involucrado en la compra de un carro que ni en sueños puede alcanzar el cubano de a pie.
Se trata de un Bestune T55, un SUV moderno y cargado de comodidades, que cuesta cerca de 27 mil dólares, casi el salario acumulado de un médico en Cuba si trabajara… durante cien vidas. Aunque el periodista salió a justificarse con su típico tono melodramático en Facebook, la molestia popular no se hizo esperar.
Zamora intentó quitarle hierro al asunto contando una escena supuestamente casual con un taxista. Según él, el hombre se asombró al verlo sin el carro, a lo que respondió con una frase digna de comedia: “El carro es de la pincha, pagado por la pincha y propiedad de la pincha. Yo no tengo ni bicicleta. De no tener, no tengo ni licencia.” Y claro, como no podía faltar, remató diciendo que “eso no lo dicen para crear el chisme”. Pues bueno, chisme no es, realidad sí.
Lo cierto es que Zamora, ese mismo que se aparece en la TV para repetir como loro la narrativa del régimen, ahora es la imagen misma del cinismo oficialista: defiende la miseria desde el confort. Aunque asegura que el carro no es suyo, que es del trabajo, el olor a privilegio no lo tapa ni con incienso.
Y como siempre, los defensores del castrismo salieron en comparsa a proteger al “hermano”. Ricardo Ronquillo, el mandamás de la UPEC, dijo que hay que cuidar a los periodistas del “linchamiento moral” que según él se produce en esta «guerra comunicacional». Claro, porque cuestionar el descaro ahora se llama guerra.
Lázaro Manuel Alonso, otro soldadito de la desinformación, también metió la cuchara con un comentario de lo más cómico: le pidió a Zamora que cuando se compre otro carro, le venda ese. Zamora, con un sarcasmo que ni le queda bien, le respondió: “Con el sueldo del noticiero no me pagas el carro ni en el año 3600.” Por lo menos ahí fue honesto: ni ellos se creen el cuento del salario revolucionario.
El show lo completó Israel Rojas, del dúo Buena Fe, ese mismo que perdió la gracia desde que se convirtió en trovador de la dictadura. No podía faltar su insultadera: llamó a los críticos “canallas, mentirosos y enfermos morales”. Como si defender a los poderosos desde el privilegio fuera un acto de salud ética.
La compra del vehículo fue hecha, según se informó, a través de MCV Comercial S.A., la misma empresa que representa marcas como Mercedes-Benz en Cuba. Esta firma elogió la elección de Zamora y resaltó las supuestas “buenas condiciones de mantenimiento y disponibilidad de piezas”, lo que da risa cuando ni una guagua en Cuba tiene piezas para arreglarla.
Mientras los niños van a la escuela sin merienda y los abuelos caminan kilómetros porque el transporte público es un chiste cruel, un vocero del régimen se pasea con aire acondicionado y sensores de parqueo. Y encima pretende que le creamos que el carro no es suyo.
La realidad es tan cruda que ni el maquillaje propagandístico logra cubrirla. El pueblo está hundido en la miseria, con una inflación que arrasa los salarios, sin medicamentos, sin combustible, y con un futuro cada vez más borroso. Pero los defensores del sistema, esos que en televisión dicen que todo está “resistiendo”, viven muy distinto al pueblo al que dicen representar.
Zamora podrá seguir gritando que no tiene ni bicicleta, pero las imágenes hablan más claro que sus excusas. En un país donde tener un carrito como ese es casi ciencia ficción, su defensa no convence a nadie. Porque el problema no es el carro, es la hipocresía.
Y mientras su SUV, “de la pincha o no”, rueda por las calles rotas de La Habana, el pueblo sigue a pie, con hambre, y con los oídos llenos de mentiras.